CINE: LA VERDAD de Kore- Eda Hirokazu

Francia/ Japón 2019
Catherine Deneuve. Juliette Binoche. Ethan Hawke. Clementine Grenier. Manon Clavel. Alain Libolt. Christian Crahay. Roger Van Hool

Las películas de Kore Eda me resultan siempre reconocibles por la extraña y única alquimia que consigue entre contenido y textura.
Sus historias son apasionantes aventuras emocionales, llenas de matices y envueltas en ternura aunque no eludan las esquinas.
Sus películas, tienen siempre una apariencia delicada y ligera. Es el opuesto a cualquier asomo de trascendencia impostada.
Hasta ahora nunca había trabajado fuera de Japón.
Esta vez se atreve en Francia, y no sólo hay un cambio geográfico sino también cultural, ya que se atreve con dos de las más grandes divas del cine galo, Deneuve y Binoche nada menos.
La pregunta que todos nos hacíamos antes de la presentación de la película, creo recordar que en Venecia, era la misma: ¿mantendría el director su toque mágico rodando en otro entorno y en otro idioma?.
La imagen se abre en un jardín con los colores del otoño.
Hay melancolía en ese cuadro, en la casa que rodea y en la música que acompaña esta bienvenida, una música que aparecerá en momentos muy contados de la narración.
Inmediatamente conocemos a Fabianne, una actriz madura y hermosa. Chejov es siempre una referencia de tono, muy claro en Nuestra hermana pequeña. Aquí, esta mujer podría ser la Madame Arkadina de La Gaviota, quien, seguro, también habría preferido ser una buena actriz que una buena madre. Fabianne no tiene un hijo sino una hija, guionista y asentada en Nueva York. El regreso tiene mucho que ver con la publicación de las memorias de la diva, pero también con la necesidad de un constante ajuste de cuentas. Lo hará con su marido, un actor mediocre, y su hija, una niña capaz de insuflar vida en su entorno.
La película es de estas mujeres, de su relación y sus emociones cambiantes, de su forma de afrontar la vida. De Deneuve y de Binoche. Ellas están absolutamente grandes, plenas. Es una gozada verlas y disfrutarlas. Tanto que, y esto puede ser un problema de la cinta, lo que ocurre a su alrededor y el resto de personajes, no terminan de tener la suficiente entidad.
Pero volvamos a la pregunta inicial:
¿ Mantiene Kore Eda su capacidad de acariciarnos el corazón?.
Pues tengo que decir que mi sensación es que al principio le cuesta. No sé si es su fascinación por sus estrellas o simplemente cierta distancia idiomática, pero lo cierto es que tardo en percibirlo, aunque no por ello es menos válida la propuesta donde, como poco, hay dos recitales únicos.
En cualquier caso, lo termina consiguiendo.
Poco a poco, la cinta se va deslizando hacia ese territorio conocido del amor imperfecto, de la ternura, de la emoción.
Terminamos con el Kore Eda que más nos gusta, el que no necesita ser trascendente para hablar nada menos que de la verdad y recordarnos sus muchas caras. La lección: en el amor, la felicidad es más importante que el rigor.
Sabio Kore Eda.

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