CINE: 1917 de San Mendes

USA/ UK 2019
George Mackay. Dean Charles Chapman. Colin Firth. Andrew Scott. Benedict Cumberbatch

Creo que hay pocas cosas tan antibélicas como el buen cine o la buena literatura bélica.
Cuando un creador consigue trasladar en imágenes o palabras la devastación y el horror, y pone en el centro al ser humano, quien sufre de forma contundente e irremediable una tragedia que otros han creado para él.
Ocurría, por ejemplo, en literatura en La roja insignia del valor de Stephen Crane. En imágenes, el blando y negro que Stanley Kubrick utilizó para contaros Senderos de gloria, fue el punto de partida de muchas propuestas posteriores
1917 ocupará ya, estoy seguro, una posición destacada en esa colección.
Todo comienza en trincheras. No. Corrijo. Comienza con una foto idílica, que tendrá su reflejo en la conclusión. Pero pronto entramos en las trincheras.
Dos soldados son requeridos por el alto mando para una misión en apariencia suicida: cruzar el campo de batalla para llevar al otro lado un mensaje que salvaría casi dos mil vidas.
Ese viaje es el resto de la historia.
Sus pasos comienzan en el realismo más sucio. Nos muestran, pegados a los dos personajes principales, la suciedad y la muerte de la forma más desnuda. El barro, el agua estancada. Los cadáveres y las ratas. Es difícil no sentir dolor y asco ante tanta crudeza.
Poco a poco, con una caligrafía singular que luego comentaré, Mendes consigue que nos sintamos dentro de esta odisea atroz. Como si estuviésemos acompañando a los mensajeros.
Y es ahí cuando, sin que exista ninguna bisagra ni percibamos ningún cambio, la cinta va adquiriendo otra dimensión, un nivel de abstracción que, sin perder la referencia, se acerca a lo onírico, y consigue unas imágenes de una belleza sobrecogedora. Ya sea en la travesía nocturna por la ciudad en ruinas, ya en el agua del río regado con las flores de los almendros, San Mendes alcanza la categoría de belleza visual.
Como adelantaba antes, y como se señala en la mayoría de las críticas, habiéndose convertido en casi la seña de identidad de la cinta, esta cuenta con una caligrafía singular. La odisea está enlazada en la apariencia de un sólo plano continuado. Obviamente, no se corresponde con una lectura realista del tiempo, pero esta perfectamente encajado. Y el efecto es único: el director consigue que, sin descanso, nos empapemos de la angustia, el miedo, el dolor y la tensión creciente de sus  protagonistas-
Personalmente, adoro esta película que va creciendo minuto a minuto y comparto la emoción final que me llena los ojos de lágrimas.
Tengo que aceptar que mi mirada es, como siempre subjetiva. Que no todo el mundo sentirá lo mismo. Ahora bien, me cuesta pensar que exista alguien que salga de esta película sin aborrecer la guerra, ese monstruo atroz que parece eternizarse en nuestra realidad. Esperemos que obras como esta contribuyan a terminar con ella.

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