Planeta
360 páginas
Disponible en ebook
Finalista Premio Planeta 2019
Tengo que reconocer que no comprendí el éxito de Ordessa.
No es, en ningún caso, que me pareciese un mal libro, ni mucho menos, pero no me encajaba con el tirón popular de los superventas. Ni lo era el género, ni lo era el estilo, ni tampoco el autor.
Cuando una obra de este tipo, gracias al reconocimiento de la crítica, llega a posicionarse como uno de los libros más vendidos del país durante unos meses, debe de ser causa de celebración.
De todos modos, también creo que, cuando esto ocurre, los halagos se disparan por parte de quien se considerada obligado a leerla y alabarla.
En fin, que Ordessa me gustó, me pareció un libro singular y sincero, pero no me dejó un recuerdo tan denso como para poder hacer un comparativo con Alegría, la que se supone su continuación.
De hecho, tengo que decir que, siempre desde sensaciones alejadas, creo que este me gusta más.
En Ordessa el autor hablaba de sus padres. Poco a poco íbamos entrando desde la rememoración, en una historia que era la suya, con ciertos ecos de arqueología social y política.
Era un libro del que pocos habrían podido imaginar una continuación.
Y eso es lo primero que sorprende de Alegría.
No es una continuación propiamente dicha porque no hay una continuidad temporal.
Sin embargo, si existe algo que no recuerdo en la primera: una absoluta desnudez de la intimidad del autor en su necesidad de entender la vida, desde la búsqueda de la alegría. Lo entiendo y lo comparto. Como entiendo su decisión, reconocida en algunos tramos, de pintar la realidad para poder colocarla en el lado positivo de la balanza.
Me gusta como filosofía.
Comulgo con su fragilidad.
En ese sentido, Alegría me llega mucho más de lo que me llegaba Ordessa. Posiblemente me gustaría pensar que la primera era una preparación para esta.
También percibo el lenguaje como más transparente, más suave, más líquido, perfecta herramienta para transmitir infinidad de ideas y reflexiones de gran lucidez, dándoles la textura de la ligereza.
Alegría está además puntuada por el humor de la ternura, pequeño armazón compuesto de viajes y de una encantadora colección de nombres que comienza en la música y termina en el cine.
Es un verdadero ejercicio de intimidad, de comunión autor lector. No debe de ser fácil escribir algo así, leerlo, en cambio, ha sido para mi una experiencia muy bonita. Y soy consciente de que la palabra "bonita" suena a infantil o banal, pero encaja perfectamente para hablar de un libro que nos recuerda el valor de las pequeñas cosas. También de las pequeñas palabras.
Público
360 páginas
Disponible en ebook
Finalista Premio Planeta 2019
Tengo que reconocer que no comprendí el éxito de Ordessa.
No es, en ningún caso, que me pareciese un mal libro, ni mucho menos, pero no me encajaba con el tirón popular de los superventas. Ni lo era el género, ni lo era el estilo, ni tampoco el autor.
Cuando una obra de este tipo, gracias al reconocimiento de la crítica, llega a posicionarse como uno de los libros más vendidos del país durante unos meses, debe de ser causa de celebración.
De todos modos, también creo que, cuando esto ocurre, los halagos se disparan por parte de quien se considerada obligado a leerla y alabarla.
En fin, que Ordessa me gustó, me pareció un libro singular y sincero, pero no me dejó un recuerdo tan denso como para poder hacer un comparativo con Alegría, la que se supone su continuación.
De hecho, tengo que decir que, siempre desde sensaciones alejadas, creo que este me gusta más.
En Ordessa el autor hablaba de sus padres. Poco a poco íbamos entrando desde la rememoración, en una historia que era la suya, con ciertos ecos de arqueología social y política.
Era un libro del que pocos habrían podido imaginar una continuación.
Y eso es lo primero que sorprende de Alegría.
No es una continuación propiamente dicha porque no hay una continuidad temporal.
Sin embargo, si existe algo que no recuerdo en la primera: una absoluta desnudez de la intimidad del autor en su necesidad de entender la vida, desde la búsqueda de la alegría. Lo entiendo y lo comparto. Como entiendo su decisión, reconocida en algunos tramos, de pintar la realidad para poder colocarla en el lado positivo de la balanza.
Me gusta como filosofía.
Comulgo con su fragilidad.
En ese sentido, Alegría me llega mucho más de lo que me llegaba Ordessa. Posiblemente me gustaría pensar que la primera era una preparación para esta.
También percibo el lenguaje como más transparente, más suave, más líquido, perfecta herramienta para transmitir infinidad de ideas y reflexiones de gran lucidez, dándoles la textura de la ligereza.
Alegría está además puntuada por el humor de la ternura, pequeño armazón compuesto de viajes y de una encantadora colección de nombres que comienza en la música y termina en el cine.
Es un verdadero ejercicio de intimidad, de comunión autor lector. No debe de ser fácil escribir algo así, leerlo, en cambio, ha sido para mi una experiencia muy bonita. Y soy consciente de que la palabra "bonita" suena a infantil o banal, pero encaja perfectamente para hablar de un libro que nos recuerda el valor de las pequeñas cosas. También de las pequeñas palabras.
Público
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