CINE: MADRE de Rodrigo Sorogoyen

España 2019
Marta Nieto. Alex Brendemuhl. Jules Porier. Anne Consigny. Frederic Pierrot. Guillaume Arnault

En ocasiones me contengo.
Después de llegar del cine o del teatro o de terminar un libro, quiero lanzarme a comentarlos aquí.
Sin embargo, me exijo reflexión antes de empezar a escribir y pienso que por regla general es más correcto.
Pero hay ocasiones, en  que se convierte en una necesidad, intentar fijar las sensaciones que me ha producido una obra, conseguir que no se escapen. Poner en palabras la inquietud, o la belleza, o la ternura, o la fascinación, antes de que vuelen.
Eso es lo que me está pasando con Madre.
Todos sabemos ya que la cinta nace de un corto de su director. Este abre la película. Es un prólogo perfecto, sublime dramáticamente, terrible en el contenido.
A partir de ahí, la historia podría desarrollarse de diferente forma, aunque lo esperado fuese el thriller.
Pero no.
Sorogoyen opta por una opción mucho más compleja. Narrar el vacío, la búsqueda de un sentimiento perdido, la necesidad de algo que no se consigue definir, la soledad.
Y he dicho narrar, no mostrar. Porque su director hace algo mucho más difícil que retratarlos, decide caminar por ellos, convertirlos en la trama de su relato. Y lo  consigue.
Nos situamos diez años después. Elena vive en la playa donde presumiblemente desapareció su hijo. Trabaja en un restaurante y pasea durante sus pausas, mirando al mar y la arena, con los que sueña a menudo, y a aquellos que la habitan.
Ha reducido a eso su vida, pero el drama, que sigue clavado, se queda en su interior, no contamina la belleza del paisaje ni la serenidad de su mirada.
La aparición de un joven que le recuerda al niño perdido, abre una puerta que ella decide explorar, exenta de misterio ya que, como he dicho antes, se mueve en el paisaje del sentimiento.
Los primeros pasos son a ritmo de seducción, casi recuerdo en algunas ocasiones a Muerte en Venecia, la juventud descarada jugando con la debilidad de la madurez. Pero pronto, todo va caminando hacia otro tipo de sentimiento.
Sorogoyen es capaz de recorrer ese difícil camino con una delicadeza absoluta.
Para ello, su cómplice es Marta Nieto. En sus ojos está esa búsqueda, esa necesidad de entregar amor y ese dolor que sabe que será para siempre su compañero. También ese desconcierto y esa seguridad que guían sus pasos, ese recorrido que en muchas ocasiones parece bordear la locura. Lo hace todo sin histrionismo, con verdad. Ella es Elena. Maravillosa y doliente.
Ellos no dan respuestas, ni siquiera preguntas. Madre no cierra ninguna vía, no redunda en nada, está llena de aire, y somos nosotros quienes debemos de hacerla nuestra.
En su momento me sorprendió que un director del intimismo de Stockholm, fuese capaz de generar cine negro tan brillante como Que Dios nos perdone y El Reino. Ahora retorna a un cine que se cuenta desde el alma y la mirada de sus personajes. Y todo lo hace con oficio pero también con eficacia.
La textura visual de Madre es elegante y muy hermosa. La cámara se mueve con lentitud, tranquilidad, para extraer la esencia de la historia, para dejarla desarrollarse con su propio ritmo.
Es una obra singular, arriesgada y lograda, y también dotada de una gran personalidad.
Pero lo que más me llega, lo que la hace mía, es que es una obra llena de luz.
Al contrario de lo que se podría esperar de una cinta tan visceral y con tanto dolor dentro, Madre brilla.
El final era difícil, lo habría sido cualquiera. Este es el que Rodrigo Sorogoyen propone y yo lo acepto como habría aceptado otro. Lo interpreto a mi manera. Una vez más, es nuestra, más que una película, un regalo.
Para mi Madre es un viaje hacia la luz, lo he hecho.
Y tenía que contarlo.

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