CINE: RAY & LIZ de Richard Billingham

UK 2019
Elia Smith. Justin Salinger. Pactrick Romer. Tony Way. Sam Grittins

Mike Leigh y Ken Loach se coronaron como los más comprometidos cronistas de la clase obrera británica en la era Tatcher.
Frente al preciocismo, marca del cine inglés, liderado por James Ivory e internacionalmente reconocido y casi exigido , nació un hiperealismo duro y certero que no tenía miedo de mostrar las zonas más oscuras de la sociedad del país.
En un principio, parece que ese es el camino de Billingham, pero ahí terminan las coincidencias, en el paisaje y en la posición de sus protagonistas.
Ray & Liz se ubica en un barrio obrero, una familia con dos hijos y pocos ingresos que habitan un hogar cercano a un vertedero.
Pero lo que el director tiene en interés en contarnos no es la miseria de un grupo social sino la miseria de sus dos personajes personales. Y para ello no busca excusas en su entorno económico.
La cinta, muy bien escrita, tras una aparición de Ray, ya anciano y dedicado únicamente a beber encerrado en su cuarto, se estructura en tres segmentos claros. Podrían entenderse como un cuerpo central rodeado de un prólogo y un epílogo.
El primero tiene como objetivo relatar un episodio donde la miseria queda clara. Donde en pocos minutos asistimos a un espectáculo de humillación e injusticia en el que no existe ningún atisbo de solidaridad.
El segundo, cuerpo central, ahonda en una o dos jornadas de convivencia de esos padres con sus dos hijos. Es casi un viaje al horror, al desprecio absoluto a la infancia y a la inocencia, a la pérdida total de dignidad y responsabilidades a la que puede llegar un ser humano.
En el breve epílogo, tiene lugar una escena mínima en la que, para mi, la miseria alcanza cotas de subsuelo, fundamentalmente porque su condición parece asumida totalmente por los protagonistas.
No hay relato, no hay explicaciones. No se nos pide ni se nos da material para que los entendamos. La historia funciona como tres cuadros en presente, con sus circunstancias actuales. El director parece querer decirnos que nada justificaría nunca haber llegado a ese lugar.
El hecho de que al parecer, estos monstruos sean un reflejo de los padres del autor, hace todavía más dura y veraz la propuesta.
Porque en Ray & Liz tengo siempre la sensación de estar a corazón abierto.
Formalmente, el ejercicio es impresionante. Creo que hacía mucho que no veía una película tan consciente de si misma desde el punto de vista cinematográfico.
El director maneja la cámara y el sonido en un constante trabajo de construcción de imágenes y sensaciones. Es un gran logro conseguir belleza con tanta sociedad. Posiblemente está muy cerca de la poesía y, si con ello no imprime grandeza a una historia que es imposible levantar del suelo, si les otorga cierto  nivel mitológico, cierta singularidad.
Sus encuadres, su mirada lenta y simétrica, su detallismo en los objetos. Esos cielos y esas sombras. Todo ello conforma un conjunto que va mucho más allá del estilo.
Tal vez la película haya sido un necesario ejercicio de catarsis, tal vez un ajuste de cuentas. Prefiero pensar que tenga algo de perdón y de ahí el regalo final de esas lágrimas esbozadas fundidas en rojo.
En cualquier  caso es una gran película.
Que apela a nuestra inteligencia, a nuestros sentidos, pero también, muy especialmente, a nuestra capacidad de emoción.

Público

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