OPERA: IL TROVATORE de Giuseppe Verdi

Director musical.-
Maurizio Benini
Director de escena.-
Francisco Negrín
Intérpretes.-
Hibla Gerzmava. Piero Pretti. Maria Nicole Lemieux. Artur Ruciñski. Roberto Tagliavini. Cassandre Berthon. Fabian Lara. Moises Marín. Sophie Garagnon.
Teatro Real- Madrid

La verdad es que al final, nada como volver a los clásicos.
Comprendo que suena conformista e intento no serlo, pero lo cierto es que ya me ocurrió este año, a principio de temporada, con Fausto.
Escuchar una de las grandes óperas consagradas es asegurarse una inmersión en el maravilloso universo de la música, navegar entre sentimientos no siempre reconocibles ni, por supuesto trasladables pero que nos acercan más que nunca a la belleza.
La partitura de El Trovador es magnífica, única, como lo son muchas otras de las grandes piezas de Verdi.
Es un seguro.
Dan igual las veleidades más o menos acertadas de puestas en escena no siempre correctas. Siempre queda esta música maravillosa capaz de soportarlo todo.
No quiero decir con esto que la puesta en escena de Negrín sea totalmente negativa. Tiene aciertos. Fundamentalmente en su posicionamiento. Pero no termina de resultar redonda ni mucho menos.
El libreto, basado en una obra de Antonio García Gutierrez, es un folletín difícil de asumir hoy día. Siempre queda la vía arqueológica, tan denostada hoy día.
De todos modos, el público de la ópera está preparado para casi cualquier cosa.
Negrín lo ve y lo interpreta, no como una aventura, sino como un cuento negro de espectros. Como una historia nocturna y oscura alimentada por el fuego y trufada de reminiscencias de un pasado atroz.
Ya lo he dicho antes: me parece que esa decisión puede ser correcta.
Incluso me lleva a una lectura diferente que me gusta, la de poner el protagonismo en la venganza necesaria de una mujer que debe de vengarse en aquello que ama. Es una imagen poderosa que habría cambiado la visión tradicional del drama.
El desarrollo es otra cosa.
Las escenas se desarrollan sin que faciliten la narración. Hay cuadros hermosos y en general la visión es bastante hipnótica pero también caprichosa. Los elementos utilizados, en especial la personalidad del coro, no son claros ni terminan de encajar.
Las apariciones de los espectros, en especial el niño y la bruja gitana, me parecen acertados pero demasiado reiterativos.
Consigue, eso sí, generar dramatismo.
No ayuda un vestuario en la línea ya algo repetida del modelo Mad Max a base de cuero y largos abrigos. Tampoco una escenografía pesada y fría incapaz de transmitir o situar.   
De todas maneras, lo he dicho al principio. He salido de la representación transportado por la música y sin que ningún aspecto negativo haya ensombrecido el placer de escucharla.
Deduzco por los aplausos finales que no soy el único.
Me gustaría asistir a un trovador más redondo, más evocador, más cierto en su imposibilidad.
Pero en este queda Verdi y eso es más que mucho.

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