TEATRO: TRES SOMBREROS DE COPA de Miguel Mihura

Director.-
Natalia Menéndez
Intérpretes.-
Pablo Gómez Pando. Laia Manzanares. Oscar Alló. Roger Álvarez. María Besant. Cesar Camino. Lucía estévez. Cayetano Fernández. Alba Gutierrez. Tusti de las Heras. Mariano Llorente. Rocío Marín Álvarez. Manuel Moya. Carmen Peña. Chema Pizarro. Arturo Querejeta. Fernando sainz de la Maza. Malcom T Sitte.

Cuando llegué a Madrid hace más de treinta años, dispuesto a disfrutar, entre otras cosas, el teatro que en esa época era tan difícil disfrutar en provincias, la cartelera estaba a menudo copada por obras de Mihura, Jardiel Poncela, Paso....
Poco a poco esos autores han ido desapareciendo, considerados referentes apolillados para un público burgués y poco exigente.
Que error.
Hace varias temporadas, por ejemplo, pudimos disfrutar, también en el María Guerrero de una magnífica versión de Un marido de ida y vuelta.
Es cierto que, como siempre, hubo mucho de circunstancial y cómodo en lo que se escribió entonces, pero también lo es que existen joyas, dotadas de un humor ligero y lúcido, que no deberían de ser olvidadas.
Tres sombreros de copa es un clásico.
Hemos leído y releído sobre lo que supuso de rompedor, trayendo a nuestros escenarios el absurdo y pintándolo de ternura.
Merece una reposición, muchas. Y sobre todo, merece una reposición como esta.
El texto es hermoso e ingenuo, posiblemente algo infantil en ocasiones, pero fantásticamente construido, escrito y lleno de hallazgos.
Hoy día, al verlo representado, veo con mayor nitidez el doble nivel. El exterior, brillante y ligera en apariencia, y el interior, esa historia sórdida que esconde de una España gris donde la libertad no era verdaderamente una conquista sino la coartada de supervivencia para quienes necesitaban buscarse exhibiendo sus encantos en giras por provincias.
Veo la crítica mordaz en lo que en ocasiones me pareció mucho más abstracto.
Duele más el retrato.
Natalia Menendez asume la dirección con una propuesta genial, convertir la pieza en casi un sueño, una atracción de feria vivaz donde elimina todo lo miserable, que sólo queda en el texto. Consigue crear lo más parecido a una atracción de feria siempre gozosa. un espectáculo de varietes. Un circo con mucho de artesano pero también de magia.
Por eso, uno de los protagonistas más importantes es la fantástica escenografía de Alfonso Barajas donde todo puede ocurrir. Hermosa, práctica y funcional, arrebatadora.
También se alcanza un nivel homogéneo y muy adecuado en la interpretación. Todos juguetones, asumiendo desde el inicio su función de encantar al público y hacerles partícipes de la fiesta, aunque en ocasiones pueda parecer infantil. Es el tono elegido y, en mi opinión, es un tono muy correcto.
Me ha encantado.
La obra puede haber envejecido un poco pero Menéndez la quiere y sabe vestirla de gala para su regreso.
Una de esas propuestas que justifican un teatro público, no sólo por la capacidad económica de tener a dieciocho personas en escena sino también por la obligación de mantener nuestro legado.
Me gustaría que no fuese una ocasión aislada y que nos encontrásemos más frecuentemente con aquellos que no sólo nos hicieron reír, sino que también nos transmitieron su amor por el teatro.
Aplauso.

Público       

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