NOVELA: LA VIDA ANTE SI de Emile Ajar

Plataforma Editorial
224 páginas
También disponible en ebook

Tengo que decir que, por regla general, me cuesta empatizar con los libros escritos desde una voz infantil.
También que considero El guardián entre el centeno uno de los libros más sobrevalorados de los últimos tiempos.
Con estas referencias, no era fácil acercarse a esta alabada novela.
Se corresponde con un tipo de narraciones ante las que guardo siempre cierta distancia.
Y aun con esa distancia, que no desaparece, tengo que reconocer que Momo, el protagonista de esta historia, y su voz ingenua asomándose a la adolescencia desde una lúcida ignorancia, me ha llegado.
Momo es Mohamed.
Hijo de una prostituta, vive en la pensión que la Señora Rosa organiza para este tipo de niños.
Pero no es uno más.
Momo tiene sensibilidad para interpretar y entender el mundo que le rodea, aunque otra cosa sea hacerlo con las palabras adecuadas. Tiene sentimientos que no se han deformado en la suciedad, especialmente amor por su cuidadora, por la persona que lo ha mantenido vivo y por aquellos que les ayudan. Y tiene una capacidad innata para sobrevivir en un entorno hostil, ya sea asumiendo lo que ocurre, ya sea  fabulando con lo que podría ocurrir.
El paisaje que le rodea, un barrio de París tomado por la inmundicia, está mostrado en toda su crudeza pero desde la ingenuidad de quien no conoce otra cosa. El lugar, está poblado por un conjunto variopinto de personajes en los que nuestro protagonista siempre es capaz de encontrar el corazón, por muchas capas que lo cubran.
Un travesti africano que fue campeón de boxeo en su país, una familia tribal, un doctor tan compasivo como inútil, un anciano admirador de Victor Hugo....
Ayer, con motivo de comentar la película The Bradwinner, hablaba de aquellas historias que se deben de contar. De la función del arte para, en ocasiones, ponernos delante de la realidad y obligarnos a tomar posiciones, incluso aunque esta sea la indiferencia.
La vida ante si es un testimonio de ese nivel.
No hace falta estar allí, situar la injusticia en un contexto determinado.
Creo que el paisaje que hace importante esta novela no es el de los suburbios de una gran ciudad sino el de la infancia.
El autor consigue alcanzar y no abandonar en todas sus páginas, esa voz y esa mirada, donde el dolor es siempre injusto, donde se camina al filo de la desesperanza, siempre bajo la mayor injusticia posible: el sufrimiento sin ningún tipo de responsabilidad ni de culpa, sólo por el lugar y la situación de nacimiento.
Momo intenta caminar entre la construcción de un presente y las palabras, saliéndose muchas veces de los márgenes de la realidad para aterrizar en el cuento, un género mucho más propio de su edad.
Nos produce ternura. El problema es que todo se quede ahí.
Y el problema es que sea sólo este Momo tan bien escrito, y no todos los Momo que habitan en nuestras ciudades y a los que hemos aprendido a borrar de nuestra mirada.
Parece que el de la novela, concluye con un horizonte de salvación. ¿ Y los otros?.

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