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Me resultaba muy atractivo el mundo oscuro de las Hermanas Bronte. Esa vida de encierro que fue capaz de alumbrar novelas como Jane Eyre o Cumbres Borrascosas. Vistas con el paso del tiempo, lo que antaño parecían aventuras góticas, se han convertido en gritos de rebeldía por parte de seres a quienes, por su condición de mujer, la sociedad no estaba dispuesta a reconocer libertad y talento.
Anne Bronte era sin embargo una desconocida.
Ninguna de sus obras ha alcanzado el reconocimiento universal de las antes citadas.
Su figura queda un poco desdibujada dentro del trío.
No recuerdo ahora que me llevó a leerla. Posiblemente alguna referencia de otra escritora.
El caso es que hace unos meses me embarqué en La inquilina de Windfell Hall y aquí lo conté: dentro del melodrama precioso descriptivamente y con el encanto de lo añejo, sorprendía la narración, sólida y rigurosa, del infierno de una mujer casada con un alcohólico. El desarrollo de una relación que iba poco a poco adentrándose en el infierno era una crónica tan desoladora como moderna.
Aprendí entonces que Agnes Grey era su novela más conocida. La busqué y la he leído.
Narra los años en que su protagonista, hija de un clérigo, tiene que ganarse la vida como institutriz, y posiblemente mucho de lo que cuenta, parece ser, se base en las experiencias reales de la autora.
Pues bien, en este caso, lo que sorprende es su delicadeza y elegancia.
Una obra pequeña cargada de recovecos. Muy crítica con la alta sociedad del país y el modelo educativo.
Un retrato preciso de la vida rural de la Inglaterra de esa época.
Posiblemente pueda recordar a Jane Austen aunque carezca de la ironía de esta.
Es un ejercicio tan minucioso como lleno de encanto.
Sigo sorprendido, y concluyo como al inicio, al imaginar a tres hermanas, las tres capaces de generar obras tan importantes, compartiendo ese anhelo, tan lejano de la vida que les ha tocado vivir.
Creo que mi siguiente paso será buscar una biografía de estas mujeres, tan singulares como valientes.
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