CINE: LARGO VIAJE HACIA LA NOCHE de Bi Gan

China/ Francia/ Taiwan 2018
Hijang Jue. Tang Wi. Sylvia Chang. Kee Hong Chi. Luo Feiyang. Tuan Chun Hao

Lo comentaba no hace mucho hablando de la última novela de Agustín Fernández Mayo.
Hay obras que tienen sus propias reglas.
Piezas singulares en las que un autor puede utilizar, y de hecho frecuentemente utiliza, códigos y referencias de otros géneros, pero siempre para construir con libertad y de una forma autónoma.
Son novelas o películas en las que sólo queda entrar, aceptando la propuesta, preparados para encontrarnos llegando a lugares donde nunca antes nos había llevado. No son viajes cómodos, exigen renunciar a nuestra racionalidad, a todo lo aprendido, no exigir lo que habitualmente entendemos como coherencia. Pero una vez que se emprende, ligero de equipaje, puede, como en este caso, resultar apasionante.
La cinta esta completamente teñida de la textura del sueño. Pero está claramente dividida en dos partes.
La primera, hijastra de Vértigo de Hitchcock, funciona como una hermosa e hipnótica evocación de cine negro. Un hombre regresa a su ciudad como consecuencia de la muerte de su padre.
Una vez allí, y tras encontrar accidentalmente una fotografía del pasado, decide buscar a un mujer que le atrapó en el pasado, la amante de un amigo fallecido, una especie de fantasma inconstante, siempre vestida de verde esmeralda.
Habrá también un marido, habrá muerte, habrá rabia.
Esta búsqueda se conforma con una narrativa fragmentaria, liviana, a la que parecen asomar otras historias que son sólo líneas de fuga, pero que se quedan en meros apuntes.
En general, no podemos saber lo que es presente o lo que es recuerdo, lo que es real o lo que es imaginado. Un pensamiento que el mismo protagonista comparte con nosotros.
Es un bloque que sería  difícil percibir por partes, es un todo, una sensación, un relato compuesto de retazos.
Una vez que, mientras espera para poder ver cantar a su anhelo en un karaokee, Luo entra a echar una cabezada en un cine, entramos en la segunda parte.
No me gusta por regla general hablar de aspectos técnicos, pero no puedo dejar de lado la apuesta formal de este fragmento. En si misma es un logro único pero además el contraste con el otro tramo es absoluto. Donde allí había una narrativa troceada, aquí nos ofrece un largo plano secuencia único de cerca de una hora.
Comienza en el interior de una mina donde, un pequeño Minotauro, guiará al protagonista, tras perder en una prueba ( una partida de ping pong ), a un descenso, vía tirolina, a un pueblo donde es noche. Allí conocerá a otra mujer que quizás ya conozca y se reencontrará con un personaje que quizás haya estado ya en su vida.
El conjunto de la película es como un libro con bisagra, unido por referencias diferentes y sutiles como manzanas, el pelo rojo, varios relojes.....
Porque no podemos olvidar que, a pesar de que es una obra con sus propias reglas, esas reglas existen y la propuesta tiene una inteligente coherencia interna.
También es cierto que este tipo de creaciones dialogan con el receptor dándole libertad e incluso invitándole a hacer sus propias interpretaciones. En este caso, la mía se acerca a una abstracción mayor del eterno femenino en la que la mujer amante y la mujer madre quedarían vinculadas. También tengo otros apuntes, que irán desarrollándose en los próximos días, porque esta es sin duda una película que seguiré pensando.
No sé si, como han hecho algunos, yo calificaría esta como la película del año o una obra incontestable. Lo que si es, sin duda, es un propuesta hermosa, sorprendente, única y, ya lo he dicho antes apasionante.
Estoy seguro de que la construiré varias veces.
También de que la seguiré descubriendo.
Es cine. Imágenes que producen sensaciones, cargadas de palabras que acuden al cerebro.
Que nos llega.
Que su autor tiene la generosidad de compartir con nosotros. ¿Decirle que no?.

Público

Comentarios