CINE: DOLOR Y GLORIA de Pedro Almodovar

España 2019
Antonio Banderas. Axier Etxaendia. Nora Navas. Leonardo Sbaraglia. Penélope Cruz. Julieta Serrano. Pedro Casablanc. Raúl Arévalo

Creo que ya es sabido por todos:
Dolor y Gloria es , o se presenta, como la película más personal de Almodovar. Incluso muchos han identificado de forma directa al director con el protagonista.
Ayudan muchas de sus decisiones. Antonio Banderas encarna a un director de cine en momento de bloqueo, creativo y físico.
Ha vivido la movida madrileña, es homosexual, y se peina igual que el manchego.
Pensar en una interpretación tan sencilla, es conocer poco a su autor. Almodovar habla aquí de autoficción. Posiblemente haya en Dolor y Gloria más de él que en otras, pero tengo la sensación, siempre la tuve, de que casi todas sus películas son personales, bien con referencias a su vida, bien por su forma de percibir lo que le rodea. Incluso puede entenderse que Julieta, la más alejada del tipo, nos regala una forma personal de leer y colorear a alguien tan opaca como Alice Munro.
Posiblemente podríamos, sí, pensar que Dolor y Gloria tiene más sinceridad, más transparencia que otras, pero también veo en esa identificación algo de travesura, y estoy seguro de que el director estará divirtiéndose con aquellos que tienen el deseo morboso y cotilla de identificar a todos los personajes con su referente real.
En Dolor y Gloria eleva dos de sus constantes:
Por un lado, la estética. Los decorados son más exquisitos que nunca. De hecho se llega a calificar la casa del protagonista con un museo. No hay plano que no esté cuidado hasta el exceso. Está su color. Está su capacidad para crear belleza.
Por otro, su inquietud cultural. Su costumbre de dejar referentes, como migas de pan. Aquí hay profusión. Libros que se leen, libros en las estanterías, libros en la mesa del desayuno. Películas. Música..... todo parece empapado. Como si Salvador se hubiese encerrado en un mundo excelso, rico, irreal.
Pero además, está un Almodovar que ya ha evolucionado hace tiempo. Que ha aprendido cine haciendo cine y que ahora es un director sólido, contenido. Capaz de profundizar, de observar, de buscar la verdad. Y aquí, posiblemente, lo intenta con mayor riesgo, con mayor compromiso. Con mayor sinceridad.
Verdad. Esa es la palabra.
Dolor y Gloria no es perfecta. Pero en parte es mejor.
Es mejor por lo que tiene de verdad que es mucho. Una verdad en la que, como siempre, pero más que nunca, cuenta con el apoyo incontestable de sus actores.
Hay verdad en el personaje de Asier Etxeandeia. En su paso por la época de la movida y su recuerdo de un Madrid peligroso. Hay mucha verdad y corazón, y arte en su monólogo.
Hay verdad, muchísima verdad, toneladas de verdad, en el encuentro entre Banderas y Leonardo Sbaraglia. Una escena tan maravillosa que no es necesario cambiar ni una coma, ni un gesto, ni un movimiento, para sentir que se nos salga el corazón.
Verdad nos transmite una Julieta Serrano en una de sus mejores interpretaciones dentro de su larguísima carrera.
Y también hay verdad en el descubrimiento del deseo por parte del pequeño Salvador.
No necesito más. Tampoco en lo que me gusta menos hay nada que me disgusta.
Incluso Antonio Banderas, un actor que no terminan nunca de llenarme del todo, está aquí más cómodo que nunca.
No sé si Dolor y Gloria será la película que más me gusta de Almodovar. Personalmente, sé que coincido con pocos, creo que La Mala Educación es la más redonda, una que parecía tener también mucho de personal, aunque mi valoración se refiere sobre todo a su adscripción al cine negro. En cualquier caso, si es verdad que, en la que ahora nos ocupa, encuentro una profundidad, una sensibilidad en algunos episodios, que hasta ahora no había encontrado en su obra. Bueno, no es exigencia, y puede incluso ser una decisión mutable.
Un último apunte.
Como a muchos, en cantidad de ocasiones me ha molestado el personaje Almodovar. Sus declaraciones no siempre tienen el rigor exigible a alguien con tanto eco. Es una pena que tampoco sus decisiones económicas hayan estado a la altura. Sin embargo, es necesario reivindicar al creador singular, que ha evolucionado desde la gamberrada al arte, el que ha alcanzado un reconocimiento internacional que debería de hacernos sentir orgullosos.
En Dolor y Gloria está en forma. Es capaz de mezclar creatividad y corazón. Posiblemente con más generosidad que nunca. Agradezcámoslo.

Público

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