Alemania 2017
Max Hubacher. Milan Peschel. Frederick Lau. Bernd Holscher. Waldemar Kobus. Alexander Fehling. Samuel Finzi
La película comienza con el silencio y un horizonte lejano.
Pronto escuchamos gritos y disparos, y comenzamos a distinguir a una figura que corre, perseguido por un grupo de soldados. Él también es un soldado, probablemente un desertor.
Las imágenes de la huida, en un rotundo blanco y negro que construirá toda la película, son tan brutales como hermosas. Lo vemos escabullirse en el bosque y esconderse en un agujero entre las raíces de un árbol. También le veremos salir de allí, veremos su mirada, casi de zombi, y su posición fetal. Es como un parto, un nuevo nacimiento.
El director parece querer resaltar ahí el origen de un personaje real, de una incógnita, de un ser tan incomprensible como terrible. Un ser cuyos pensamientos, y sentimientos, si los hubiere, ni siquiera llegamos a atisbar.
No busquemos explicaciones en su pasado. Lo que Schwenke nos va a narrar y en lo que quiere que concentremos nuestra atención es en la epopeya que está por llegar.
Si la historia que nos cuentan no fuese real, parecería una farsa, y si no hubiese devenido en tal orgía de terror, estaría emparentada con nuestra tradición picaresca.
Ese soldado, escapado, tras algún episodio fruto del cáos de los últimos días de la contienda en el lado de los derrotados, hallará una inesperada oportunidad en un coche abandonado donde, entre otras cosas, encontrará un uniforme de capitán.
Es importante que la escena en que por primera vez lo vemos con su nuevo traje, su comportamiento sea el de un actor que representa para si mismo. Hay una obvia asunción de fingimiento , no demasiado profunda, y el personaje no denota una personalidad madura.
A partir de ahí se desarrolla el camino hacia el infierno.
Primero, parece que como mero instinto de supervivencia, frente a algunos soldados, no demasiado limpios en sus motivaciones, que se va encontrando en el camino, y que irán formando su pequeña unidad personal.
Cuando alcanzan el campo de prisioneros, esa identificación parece dejar de ser un disfraz. Posiblemente al inicio, ese comportamiento sea una continuación de su huida, pero pronto, el capitán se convierte en.... el capitán. Y lo hace multiplicando el nivel de crueldad aceptable, convirtiéndose en un verdadero demonio, no sólo creando el mal con una crudeza absoluta, difícil de resistir, sino también extendiéndolo a su alrededor de una forma contagiosa.
Las dudas son varias, por supuesto, una de ellas es como alguien puede alcanzar esos niveles, pero no podemos olvidar que la historia se marca en la monstruosidad de la ideología nazi.
Pero la que no nos abandona es ¿ pecó el falso capitán de sobreactuación fruto de la cobardía o disfrutaba de lo que hacía y se hizo adicto al dolor ajeno?.
El director no ofrece respuestas.
Tampoco la ofrece al comportamiento de los hombres que están a su alrededor, algunos verdaderos salvajes, otros capaces de guardar un poco de razón . ¿ Porque afecta la miseria y el dolor de forma diferente?.
Desde ese punto de vista, El Capitán podría ser la base de un debate sobre la naturaleza del mal.
Sólo un epílogo donde la degradación es ya patente, sin las barreras que imponía su necesidad de ser personaje, parece mostrarnos al personaje sin careta. Convertido su grupo en una pandilla barata de delincuentes. Posiblemente sea esa una pista. En cualquier caso, es la verdad. Situaciones tan monstruosas como la Segunda Guerra Mundial, sólo podía crear monstruos y héroes.
Hasta ese final, El Capitán es una de las propuestas más potentes que recuerdo dentro del cine bélico, de las condenas más atrevidas de la barbarie, y es también una película oscuramente hermosa, transparente desde el punto de vista narrativo y con una caligrafía de constantes aciertos visuales. Todo ello al servicio de un retrato plural y lleno de matices de los seres humanos en circunstancias límites. De la miseria. Apasionante en su complejidad moral.
Creo que es una de las películas más sólidas ( sería una mala broma decir más alemana ) que he visto en los últimos años.
Sin duda, de las más impactantes.
Leo la sorpresa de muchos al citar que la carera de este director, sólo contaba con cintas del nivel de la serie Divergente. Está claro que no podemos dar nada por hecho, ni positivo ni negativo.
La escena final, de fondo a los títulos de crédito, es un colofón que habla de su inteligencia, su lucidez y su humor.
¿Será una recuperación? con otra como esta, le perdonamos cualquier cosa que haya hecho antes.
Público
Max Hubacher. Milan Peschel. Frederick Lau. Bernd Holscher. Waldemar Kobus. Alexander Fehling. Samuel Finzi
La película comienza con el silencio y un horizonte lejano.
Pronto escuchamos gritos y disparos, y comenzamos a distinguir a una figura que corre, perseguido por un grupo de soldados. Él también es un soldado, probablemente un desertor.
Las imágenes de la huida, en un rotundo blanco y negro que construirá toda la película, son tan brutales como hermosas. Lo vemos escabullirse en el bosque y esconderse en un agujero entre las raíces de un árbol. También le veremos salir de allí, veremos su mirada, casi de zombi, y su posición fetal. Es como un parto, un nuevo nacimiento.
El director parece querer resaltar ahí el origen de un personaje real, de una incógnita, de un ser tan incomprensible como terrible. Un ser cuyos pensamientos, y sentimientos, si los hubiere, ni siquiera llegamos a atisbar.
No busquemos explicaciones en su pasado. Lo que Schwenke nos va a narrar y en lo que quiere que concentremos nuestra atención es en la epopeya que está por llegar.
Si la historia que nos cuentan no fuese real, parecería una farsa, y si no hubiese devenido en tal orgía de terror, estaría emparentada con nuestra tradición picaresca.
Ese soldado, escapado, tras algún episodio fruto del cáos de los últimos días de la contienda en el lado de los derrotados, hallará una inesperada oportunidad en un coche abandonado donde, entre otras cosas, encontrará un uniforme de capitán.
Es importante que la escena en que por primera vez lo vemos con su nuevo traje, su comportamiento sea el de un actor que representa para si mismo. Hay una obvia asunción de fingimiento , no demasiado profunda, y el personaje no denota una personalidad madura.
A partir de ahí se desarrolla el camino hacia el infierno.
Primero, parece que como mero instinto de supervivencia, frente a algunos soldados, no demasiado limpios en sus motivaciones, que se va encontrando en el camino, y que irán formando su pequeña unidad personal.
Cuando alcanzan el campo de prisioneros, esa identificación parece dejar de ser un disfraz. Posiblemente al inicio, ese comportamiento sea una continuación de su huida, pero pronto, el capitán se convierte en.... el capitán. Y lo hace multiplicando el nivel de crueldad aceptable, convirtiéndose en un verdadero demonio, no sólo creando el mal con una crudeza absoluta, difícil de resistir, sino también extendiéndolo a su alrededor de una forma contagiosa.
Las dudas son varias, por supuesto, una de ellas es como alguien puede alcanzar esos niveles, pero no podemos olvidar que la historia se marca en la monstruosidad de la ideología nazi.
Pero la que no nos abandona es ¿ pecó el falso capitán de sobreactuación fruto de la cobardía o disfrutaba de lo que hacía y se hizo adicto al dolor ajeno?.
El director no ofrece respuestas.
Tampoco la ofrece al comportamiento de los hombres que están a su alrededor, algunos verdaderos salvajes, otros capaces de guardar un poco de razón . ¿ Porque afecta la miseria y el dolor de forma diferente?.
Desde ese punto de vista, El Capitán podría ser la base de un debate sobre la naturaleza del mal.
Sólo un epílogo donde la degradación es ya patente, sin las barreras que imponía su necesidad de ser personaje, parece mostrarnos al personaje sin careta. Convertido su grupo en una pandilla barata de delincuentes. Posiblemente sea esa una pista. En cualquier caso, es la verdad. Situaciones tan monstruosas como la Segunda Guerra Mundial, sólo podía crear monstruos y héroes.
Hasta ese final, El Capitán es una de las propuestas más potentes que recuerdo dentro del cine bélico, de las condenas más atrevidas de la barbarie, y es también una película oscuramente hermosa, transparente desde el punto de vista narrativo y con una caligrafía de constantes aciertos visuales. Todo ello al servicio de un retrato plural y lleno de matices de los seres humanos en circunstancias límites. De la miseria. Apasionante en su complejidad moral.
Creo que es una de las películas más sólidas ( sería una mala broma decir más alemana ) que he visto en los últimos años.
Sin duda, de las más impactantes.
Leo la sorpresa de muchos al citar que la carera de este director, sólo contaba con cintas del nivel de la serie Divergente. Está claro que no podemos dar nada por hecho, ni positivo ni negativo.
La escena final, de fondo a los títulos de crédito, es un colofón que habla de su inteligencia, su lucidez y su humor.
¿Será una recuperación? con otra como esta, le perdonamos cualquier cosa que haya hecho antes.
Público
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