ENSAYO: YA SABES QUE VOLVERÉ de Mercedes Monmany

Galaxia Gutenberg
180 páginas
También disponible en ebook.

Tres grandes escritoras en Auschwitz: Irene Nemirovsky, Gertrud Kolmar y Etty Hillesum.

Un título evocador, volver, y terrible con el paso del tiempo. Regresar es lo que no pudieron hacer millones de personas encerradas en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Entre ellas , las tres escritoras que Monmany nos acerca en este delicado libro. Sus páginas son un verdadero homenaje a todos ellos, también un antídoto contra el olvido.
Con el tiempo, el nazismo se ha convertido en carne de aventura. Sus artífices son malos de tebeo en la mayoría de las ocasiones. Incluso la estética de esos tiempos ha tenido sus réplicas de connotaciones no siempre negativas. Pasa el tiempo.
Es bueno recordar, para no volver a los mismos errores, que hace no tanto, una parte muy importante de Europa se sumió en el Mal. Con mayúsculas.
Antes de entrar en la semblanza de las tres protagonistas, la autora desarrolla en dos textos una idea muy importante y muy poco estudiada: lo que supuso el Holocausto para la cultura, y como la cultura, en especial la literatura, se enfrentó a la tragedia. Conmueve comprobar la responsabilidad asumida por tantos creadores, que como arma en su lucha tenían sólo el papel, para dejar constancia del horror, mucho más allá de sus consecuencias económicas, demográficas o sociales, centrándose en las consecuencias íntimas, aquellas que empapan a toda la humanidad porque nos empapan a cada uno de nosotros.
La autora es contundente en su pintura, lo que ocurrió entonces fue posiblemente la etapa de la historia contemporánea en que nuestro mundo estuvo más cerca del infierno.
Elige tres escritoras con las que singulariza tres modelos de escritura y de vida, no hay fronteras entre las dos dimensiones ante circunstancias como las que nos ocupan.
Nemirovsky, la fabuladora, la novelista, es una retratista capaz de cuestionar su propia naturaleza, de vivir con las contradicciones y plasmarlas sin miedo. De plantear un mundo plural para el que la sociedad de su tiempo no estaba preparado. Personalmente adoro sus novelas y su capacidad para constituir con ellas un fresco de una época. Entiendo ahora lo que sus páginas tenían de premonición.
Gertrud Kolmar, a quien desconocía, es el ser atormentado y doliente, pero valiente también. Alguien que asume de forma interior todo el horror y casi lo metaboliza en imágenes que no pueden ser sino surrealistas, a la hora de no poder entender donde ha llegado el ser humano.
Por último un descubrimiento, Etty Hillesum. Una mística laica, un ejemplo de resistencia que incluso supera al de Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido. Un testimonio vital hermoso y necesario pero en apariencia imposible, uno de esos monumentos morales que nos devuelven la confianza en nuestras fuerzas.
Pero el retrato que Monmany hace de estos tres personajes no se queda ahí.
Ellas son una especie de faros, de epicentros. Y a su alrededor la autora desarrolla un fresco mucho más amplio, no sólo de hechos, sino, muy especialmente de contenidos. Su erudición, admirable y siempre cercana, parece tener como objetivo recordarnos que todavía quedan muchas dudas, que aun es muy doloroso mirar de frente.
Podría pasarme horas hablando de los sentimientos que me han producido estas páginas. Ansiedad, tristeza y fe, dolor y esperanza.
Me quedo con algo que puede ser una mera anécdota. Esa maleta en la que, años después de su escritura, la salvada Suite Francesa se presenta a millones de lectores. Me quedo con esa imagen de la literatura que es crónica, surgiendo del naufragio. Me quedo con que siempre habrá una historia que recordar y alguien para contarla.
No volvieron. Pero sí han tenido herederos, personas que, como Monmany, se han erigido como cronistas de sus vidas.
Que libro tan fantástico.
Gracias Mercedes

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