144 páginas
También disponible en ebook
Este libro, esta propuesta desconcertante y única, me hace retomar una frase muchas veces repetida, a raíz de infinitas situaciones que nos exigen tener una mirada menos contaminada frente al mundo:
Volver a ser niños.
Una frase tópico.
O simplificadora.
¿ Porque hay que ser niño para creer en la magia? ¿ para sentir ternura? ¿ para dejarse llevar por las emociones más puras entre las que destacarán siempre la ilusión y la sorpresa?
¿ Ser adulto significa renunciar a la fascinación que pueden suponer otros mundos?.
No.
Reivindico la capacidad de pintar la realidad en colores, de inventar nuevos tonos y texturas, de empaparnos de una felicidad amasada en nuestros propios deseos, en definitiva, de poder decidir, sin límites.
Maravilloso pues encontrarme con un libro como este, que surge de los paseos matinales entre un padre y una hija y que se manifiestan en veintiunas pequeñas fábulas, cuentos breves, donde, efectivamente, alrededor del concepto de princesa, nos encontramos con la muerte.
Los códigos son los mismos, los habituales: princesas entregadas y caprichosas, caballeros andantes, comprometidos o descontrolados, reyes tiranos o pesarosos...
Pero la libertad se les regala también a ellos, y así, esos personajes, se colocan fuera de los comportamientos habituales.
También ellos "se han hecho mayores" ( de nuevo el tópico ) y no se ven condenados a la facilidad o la incredulidad de un final feliz. En este sentido, la primera propuesta, esa belleza que creo recordar se titula algo así como el pescador, es toda una declaración de intenciones.
Hay entre esta colección de relatos verdaderas obras maestras de cuatro páginas, joyas desde el punto de vista narrativo. Algunas se enebran en otras, todas parecen prendidas en el mismo collar aunque a distancias diferentes, son como cuentas irregulares.
Es un regalo.
Un verdadero regalo inimaginable hoy día.
Desde su homenaje a su propia hija, Hidalgo Bayal lo comparte con nosotros.
Generosidad.
Belleza y poesía.
Público
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