CINE: LA FORMA DEL AGUA de Guillermo del Toro

USA 2017
Sally Hawkins. Doug Jones. Michael Shannon. Octavia Spencer. Richard Jenkins. Michael Sttuhlbarg. Lauren Lee Smith. David Hewlett. Nick Searcy. Morgan Kelly. Drue Viergever. Maxine Grossman. Amanda Smith. Cyndy Day. Dave Reachill

Todas las películas de Guillermo del Toro se mueven en una ciencia ficción muy cercana a lo infantil, al cuento, no tanto por lo que narran como por lo que exige, por la posición en la que coloca a su público.
Para disfrutarlo, hay que creer en vampiros y en faunos, aterrorizarse en los túneles abandonados del metro, soñar con el amor incondicional entre diferentes especies.... no avergonzarse de gozar de la ingenuidad y la inocencia, reconocer que cuando decidimos creer y dar así un paso atrás en nuestra experiencia, nos encontramos en muchas ocasiones con algo tan gratificante como la ternura.
Fiel a sus principios, a lo que quiere contar, ha sido capaz de conseguir un equilibrio entre el cine de autor y los grandes estudios. Algo tan reconocible como en general la solidez de su carrera, por supuesto con algunos productos mejores que otros, pero siempre con una firma singular.
Me gustaría comparar en este sentido La Forma del Agua con su muy aclamada El Laberinto del Fauno. Esta última pareció marcar un nuevo camino en el género, siendo reconocida en la media de Metacritics con la puntuación más elevada de ese año. Por mi parte le reconozco sorpresa y creatividad, ritmo y magia, sin embargo, debería de volverla a ver porque la sensación que tengo es que el realismo en el paisaje guerracivilista no terminaba de encajar con el cuento mágico, con lo que, la estructura para montar las piezas era demasiado perfecta y personalmente la encontraba un tanto artificial.
Ese problema no está en La Forma del Agua.
Aquí, todo fluye. Y creo que, en gran parte, es gracias al cine.
El cine, y no la historia ( como en el otro caso ) es la base donde se dibuja este romance triste que viven esta chica muda y el monstruo marino. El cine, y no sólo me refiero al homenaje implícito en la ubicación de la vivienda de la protagonista o las revisiones de clásicos en blanco y negro, me refiero al cine como referencia argumental, porque es del cine, de historias de siempre en celuloide, de donde salen los perfiles de los espías rusos, el misterioso laboratorio, el malo malo malo o el mismo anfibio.
Y de un cine que se ama.
De un cine en que, seguro, su autor se sumergía en su infancia  que ahora recupera con gozo.
Hace unos días, escribiendo sobre Los Papeles del Pentágono hablaba de la falta de complejos de su director. Pues bien, es algo que se repite aquí con Guillermo del Toro: la película, desde el minuto uno, se conforma como un artefacto encantador, delicioso, rozando abiertamente la cursilería, con una ambientación sonora propia de esos musicales que rememora y una fotografía colorista, naif,  que remite a Amelie ( de quien tampoco está muy lejos la protagonista).
Pues bien, no sé si valdrá para todos, pero a mi me atrapa desde el minuto uno, me arrellano en la butaca con una sonrisa, me enamoro de esta chica que podía ser infeliz pero no lo es, le deseo el amor y me alegro cuando lo recibe, sueño en sus sueños y cambio de gesto, escupo, cuando aparece el malo malo malo.
Percibo la magia que existe en toda la narración, que enmarca esos precisos decorados de casa de muñecas y que en algunas escenas hace eclosión llenándolo todo.
La Forma del Agua es, si la aceptamos como tal, una película terapeútica.
A mi me acaricia el corazón en su belleza y en su ternura.
Y por supuesto, todos lo cuentos tienen una moraleja, y el de este no puede ser más claro y más bonito, habla del amor pero sobre todo de la aceptación de la diferencia, de que lo que importa es, debe de ser, siempre, el interior, por que en aquello que nos causa rechazo puede estar escondido bada menos que un dios, y, en cualquier caso, un precioso ser humano.

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