OPERA: RODELINDA de Georg Friedrich Handel


Director musical.- Ivor Bolton
Director de escena.- Claus Guth
Intérpretes.-  Lucy Crow. Bejun Mehta. Jeremy Ovenden. Sonia Prina. Lawerence Zazzo. Umberto Chiummo

Rodelinda cuenta con una música hermosísima, referente de la opera barroca.
Su partitura es una especie de continua filigrana en el que las estilizadas voces de los cantantes viven en un constante más difícil todavía, lo que para el espectador se convierte en una experiencia gozosa que parece no terminar nunca.
Por lo demás, si las óperas cuentan por regla general con libretos descabellados, el de Rodelinda borda el delirio y además lo hace en un entorno cerrado, de intrigas internas y estatismo.
De todas maneras, creo que nos encontramos ante uno de los montajes estrella de esta temporada en el Teatro Real, y de las que ocupará una posición importante en su catálogo.
Mis conocimientos musicales ( nulos ) no me permiten ir más allá de la belleza.
Pero creo que lo que convierte esta representación en una propuesta singular es su dirección de escena.
Lo que se nos propone es una época elegantemente intemporal y clásica, de un cromatismo destacado en blanco y negro. Una gran casa de muñecas giratoria e incompleta. Una iluminación fantástica que es capaz de aislar espacios, crear bosques imposibles y llenar el escenario de dibujos. Unas marionetas casi artesanas en su estética.
Y sobre todo, un movimiento continuo que convierte el estatismo de la narración en un ejemplo de agilidad y ritmo, casi una coreografía.
El montaje asume la vertiente teatral de una ópera, la necesidad de crear un espectáculo que esté a la altura de la música y que no necesita ningún tipo de justificación, ni realismos, ni mensajes.
Esta Rodelinda es sorprendente, evocadora, muy hermosa y muy divertida, extravagante y original Grandiosa.
Quizás sea sólo el sueño de un niño que aun no entiende a los adultos.
Quizás su interpretación de las intrigas d los mayores.
Otro de los aciertos del director es tener la valentía de no ofrecer todas las claves y dejar que sea el espectador quien termine de completar la propuesta.
Por cierto, puede ser mi imaginación perdida, pero ese muchacho con gafas, me recordó al que, sin que sepamos tampoco claramente su posición, abre y cierra Persona de Bergman.
A Bergman le habría gustado. Estoy seguro.

Público


Comentarios