Literatura Random House
248 páginas
También disponible en ebook.
Pocas veces el análisis de un libro ha estado tan vinculado a entender el título.
Los días de Jesús en la escuela, como ya ocurría con la anterior novela de Coetzee, precedente a esta en la narrativa, hace referencia a un personaje que ni siquiera se cita en ninguna página.
Parece como si el autor estuviese creando, en tiempos de descreimiento, una nueva mitología espiritual, un nuevo concepto de la religión vinculado a lo material de nuestra civilización, a una filosofía que, en gran parte, parece ceñirse a una visión conceptual de la existencia.
Una especie de cuadro laico de la trascendencia.
No es fácil escapar de recorrer las páginas de este libro buscando referencias que nos remitan a los textos sagrados. Intentar adivinar si Jesús es David, ese niño antipático y diferente, tiránico y casi invisible desde el punto de vista administrativo.
Si su tutor, Simón, es un San José entregado hasta la humillación o si Inés tiene algo de Virgen María. También Dimitri y Ana Magdalena ( el único nombre que de alguna manera puede remitir a un personaje bíblico ) se pueden acoplar a los Evangelios.
Se puede leer Los días de Jesús en la escuela de varias maneras.
La más simple sería la de la narración pura.
En ella Coetzee demuestra de nuevo su solidez a la hora de trasladar un conflicto desde unos personajes pétreos en su complejidad. Sin dramatismos ni efectos sino con una simplicidad que obtiene la grandeza de lo que se nos está contando.
Una forma que pone en su mejor acepción el adjetivo primitivo, algo que no deja de recordarme a las últimas obras de Saramago aunque tal vez con un grado mayor de artificio. La novela como parábola.
En este modelo de acercamiento, el autor reitera su capacidad para mover las tramas a su gusto sin que en ningún momento sintamos que existe manipulación.
Todo ello con una dimensión mayor a la externa dado que el pensamiento es, en la mayoría de las ocasiones, el motor y nuestra guía.
La imaginación, algo que parecería contrastar con el rigor del escritor, es amplia y crea un mundo fascinante donde cruzar un océano ( no sabemos desde donde ) para llegar ( no sabemos a donde ), supone abandonar una vida, olvidar una existencia previa y nacer a una sociedad que tiene algo de gran hermano y mucho de descubrimiento.
Me resisto de todas maneras a quedarme en ese nivel.
No es Coetzee alguien que , en su visión pesimista de la existencia, destaque por su sentido del humor, por lo tanto, me niego a pensar que el título de la novela ( de esta y de la anterior ) no sea más que una broma.
Pienso más bien que forma parte de un proyecto global que posiblemente tenga continuación.
Como cité anteriormente, es como si su autor aspirase a crear una religión de lo material, como si la utilización del nombre icónico fuese sólo una referencia para situarnos en su objetivo.
Para ello, consigue destilar el pensamiento , o más bien las dudas, de aplicar hoy día las doctrinas religiosas, en ese mundo ficticio que , de todas maneras, tiene mucho de realidad , como si se hubiesen eliminado las cortinas de las apariencias para dejar al descubierto de una forma un poco cruel, lo que hoy ocurre en nuestras ciudades.
El resultado es un libro excelente, complejo ( no quiero decir difícil porque pasa con gran fluidez ) , veloz e importante ,que es imposible atrapar sólo en la entrada en un blog.
Una vez más, Coetzee nos muestra su humilde grandeza, su inquietud y el valor que le da a la literatura como forma de intentar comprender, de debatir. Una vez más nos recuerda el valor experiencial de su obra.
Público
248 páginas
También disponible en ebook.
Pocas veces el análisis de un libro ha estado tan vinculado a entender el título.
Los días de Jesús en la escuela, como ya ocurría con la anterior novela de Coetzee, precedente a esta en la narrativa, hace referencia a un personaje que ni siquiera se cita en ninguna página.
Parece como si el autor estuviese creando, en tiempos de descreimiento, una nueva mitología espiritual, un nuevo concepto de la religión vinculado a lo material de nuestra civilización, a una filosofía que, en gran parte, parece ceñirse a una visión conceptual de la existencia.
Una especie de cuadro laico de la trascendencia.
No es fácil escapar de recorrer las páginas de este libro buscando referencias que nos remitan a los textos sagrados. Intentar adivinar si Jesús es David, ese niño antipático y diferente, tiránico y casi invisible desde el punto de vista administrativo.
Si su tutor, Simón, es un San José entregado hasta la humillación o si Inés tiene algo de Virgen María. También Dimitri y Ana Magdalena ( el único nombre que de alguna manera puede remitir a un personaje bíblico ) se pueden acoplar a los Evangelios.
Se puede leer Los días de Jesús en la escuela de varias maneras.
La más simple sería la de la narración pura.
En ella Coetzee demuestra de nuevo su solidez a la hora de trasladar un conflicto desde unos personajes pétreos en su complejidad. Sin dramatismos ni efectos sino con una simplicidad que obtiene la grandeza de lo que se nos está contando.
Una forma que pone en su mejor acepción el adjetivo primitivo, algo que no deja de recordarme a las últimas obras de Saramago aunque tal vez con un grado mayor de artificio. La novela como parábola.
En este modelo de acercamiento, el autor reitera su capacidad para mover las tramas a su gusto sin que en ningún momento sintamos que existe manipulación.
Todo ello con una dimensión mayor a la externa dado que el pensamiento es, en la mayoría de las ocasiones, el motor y nuestra guía.
La imaginación, algo que parecería contrastar con el rigor del escritor, es amplia y crea un mundo fascinante donde cruzar un océano ( no sabemos desde donde ) para llegar ( no sabemos a donde ), supone abandonar una vida, olvidar una existencia previa y nacer a una sociedad que tiene algo de gran hermano y mucho de descubrimiento.
Me resisto de todas maneras a quedarme en ese nivel.
No es Coetzee alguien que , en su visión pesimista de la existencia, destaque por su sentido del humor, por lo tanto, me niego a pensar que el título de la novela ( de esta y de la anterior ) no sea más que una broma.
Pienso más bien que forma parte de un proyecto global que posiblemente tenga continuación.
Como cité anteriormente, es como si su autor aspirase a crear una religión de lo material, como si la utilización del nombre icónico fuese sólo una referencia para situarnos en su objetivo.
Para ello, consigue destilar el pensamiento , o más bien las dudas, de aplicar hoy día las doctrinas religiosas, en ese mundo ficticio que , de todas maneras, tiene mucho de realidad , como si se hubiesen eliminado las cortinas de las apariencias para dejar al descubierto de una forma un poco cruel, lo que hoy ocurre en nuestras ciudades.
El resultado es un libro excelente, complejo ( no quiero decir difícil porque pasa con gran fluidez ) , veloz e importante ,que es imposible atrapar sólo en la entrada en un blog.
Una vez más, Coetzee nos muestra su humilde grandeza, su inquietud y el valor que le da a la literatura como forma de intentar comprender, de debatir. Una vez más nos recuerda el valor experiencial de su obra.
Público
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