CINE: LADY MACBETH de William Oldroyd

UK. 2017
Florence Pugh. Cosmo Jarvis. Christopher Fairbank. Naomi Ackie. Bill Fellows. Paul Hilton

Esta excelente película podría enmarcarse en dos planos simétricos del rostro de la protagonista. Es un retrato frontal, dramático en su estatismo y en su agobiante geometría. Ella, sentada en un sofá, mira directamente a la cámara.
En el primero, es una joven recién casada que se enfrenta al aburrimiento en el ámbito cotidiano, y a una posible desesperanza en el futuro, como objeto decorativo de una vida de sumisión.
En el último, que cierra la cinta, esa joven es ya una mujer que ha vivido y participado en una sórdida tragedia. Para ella, entonces, el futuro ya no es desesperanzador, sino posiblemente la cárcel más oscura, sin aire.
Lady Macbeth se sitúa en la Inglaterra rural de 1800.
Frente a cualquier tentación idílica, la dureza de los bellos paisajes es el marco perfecto para algo mucho más cruel: la sociedad de la época.
En una sociedad de clases férrea y sin escapadas posibles, donde los inferiores parecen ( y resultan ) casi inexistentes y, en el mejor de los casos deben de vivir y son tratados como animales. la posición de la mujer no es mucho mejor aunque sí más cómoda. Posiblemente en un entorno urbano, las circunstancias sociales diesen otras opciones, pero en el rural, en una geografía de grandes distancias, la soledad no ofrecía ninguna opción. Ahí las mujeres eran, en el mejor de los casos, elementos de cría.
Es allí donde Katherine, que ni siquiera obtiene el "consuelo" sexual, abandona por su marido, se encuentra obsesionada con un hombre que trabaja en las cuadras de su esposo. Esta relación, sólo puede terminar en una tragedia. Es un absoluto desestabilizador del orden establecido.
Posiblemente en este personaje se mezcla un nivel de humillación acumulado difícilmente soportable, una rabia larvada y una necesidad de sentirse humana, con una inteligencia diferente. Y posiblemente sea esa inteligencia la que le lleve a cuestionar lo convencional y a no ponerse límites. Florence Pugh consigue trasladarnos el interior de esta mujer, su evolución, su viaje hacia el horror, sin efectismos. También Cosmo Jarvis está perfecto a la hora de transmitirnos su pasión y su dolor.
El director, al parecer de origen teatral, opta por una realización de absoluta sobriedad, de una belleza fría, distante, a menudo geométrica. También la narración es seca. Esto aleja el resultado del melodrama tradicional y lo convierte en visión crítica.
Tal vez sea difícil llamar feminista a una mujer que acaba empapándose en el mal. Difícil reconocer como revolución lo que es un ejercicio terrible de egoísmo. También ella es parte de esa sociedad como la que le oprime y acepta con gusto lo que le favorece. Es difícil que en un entorno tan cruel no envenene todo lo que toca.
Pocas películas nos lo han contado como esta. Puede parecer pequeña en su humildad, pero está llena de pequeños detalles, de hallazgos. Un cine británico de época en las antípodas de los tópicos.

Público

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