USA. 2016
Amy Adams. Jeremy Renner. Forest Whitaker
Denis Villeneuve me resulta un director tan atractivo como extraño.
En su filmografía, nada menos que la adaptación de un clásico contemporáneo teatral tan potente como Incendios, muy alejado en temática y argumento de lo comercialmente digerible. También una adaptación conceptual de un relato de Saramago con Enemy.
Incluso cuando se decide por géneros tradicionales, sus resultados tienen un lenguaje atípico como demostró en las logradas Sicario y Prisioneros, utilizándolos para mostrar los rincones más oscuros del ser humano en situaciones extremas.
Por supuesto, no esperaba que su inmersión en la ciencia ficción fuese a dar como fruto una cinta tradicional.
La llegada no lo es.
Hay que empezar diciendo que esta es una historia que sólo se puede analizar desde el conjunto, que adquiere todo su significado al final, que hasta entonces no conoceremos las claves para interpretar toda la propuesta.
Por eso me resulta extraño leer ciertas críticas que hablan en su visión de primera y segunda parte. La llegada es para mi un todo compacto en el que los minutos finales, las conclusiones, son el lugar hacia el que nos iba guiando el camino.
Pero no comencemos por la conclusión.
La premisa de partida de la cinta, una vez traspasado su triste prólogo, no nos resulta extraño a quienes disfrutamos con la ciencia ficción: un buen día, unas cuantas naves espaciales hacen su aparición en los cielos del planeta. Ahora queda saber quien las tripula y cual es el objetivo de la visita.
El primer cambio, aparece ahí. En lugar de un acercamiento científico o aventurero, aquí el intento de conocimiento se produce a través del lenguaje.
Porque La llegada es una historia que en su aspecto de búsqueda, se convierte en una propuesta racional, casi matemática. Por ello estos aspectos gozan de cierta minuciosidad que puede convertirse en lentitud y algo de frialdad.
Pero al mismo tiempo, y no quiero dar pistas, una historia como esta tiene que tener una alta temperatura emocional.
Guionista y director, consiguen un importante equilibrio, una mixtura perfecta entre dos tintes que en principio parecen antagónicos. Se le ha echado en cara cierto nivel de ampulosidad, incluso cursilería. No estoy de acuerdo.
En lo que se refiere a factura, la caligrafía tiene la elegancia de Villeneuve y el resultado es de una extraña belleza. De todos modos me gustaría destacar que, si bien es una cinta que en ningún momento abusa de los efectos especiales, consigue una representación original e inquietante tanto en lo que se refiere a las naves como en sus pasajeros y su modelo de comunicación ( de hecho, me he decidido acompañando este comentario, por el cartel del estreno americano, que considero mucho más irónico).
Carlos Boyero, la definía como didáctica. Como casi siempre, acierta con las palabras.
Se puede disfrutar por lo tanto desde el punto de vista intelectual, pero no por ello es un aburrida propuesta sesuda.
La llegada resulta, o a mi me resulta, apasionante.
Y además me emociona.
La llegada puede verse como una hermosa y triste historia de amor y vida, como un juego circular de sorpresas y descubrimientos, como una aventura de una mujer valiente.
Cualquiera de estas facetas me vale, todas me valen.
Esta lograda, singular y magnética película me ha dado material para, durante algún tiempo, ejercitar la mente.
Público
Amy Adams. Jeremy Renner. Forest Whitaker
Denis Villeneuve me resulta un director tan atractivo como extraño.
En su filmografía, nada menos que la adaptación de un clásico contemporáneo teatral tan potente como Incendios, muy alejado en temática y argumento de lo comercialmente digerible. También una adaptación conceptual de un relato de Saramago con Enemy.
Incluso cuando se decide por géneros tradicionales, sus resultados tienen un lenguaje atípico como demostró en las logradas Sicario y Prisioneros, utilizándolos para mostrar los rincones más oscuros del ser humano en situaciones extremas.
Por supuesto, no esperaba que su inmersión en la ciencia ficción fuese a dar como fruto una cinta tradicional.
La llegada no lo es.
Hay que empezar diciendo que esta es una historia que sólo se puede analizar desde el conjunto, que adquiere todo su significado al final, que hasta entonces no conoceremos las claves para interpretar toda la propuesta.
Por eso me resulta extraño leer ciertas críticas que hablan en su visión de primera y segunda parte. La llegada es para mi un todo compacto en el que los minutos finales, las conclusiones, son el lugar hacia el que nos iba guiando el camino.
Pero no comencemos por la conclusión.
La premisa de partida de la cinta, una vez traspasado su triste prólogo, no nos resulta extraño a quienes disfrutamos con la ciencia ficción: un buen día, unas cuantas naves espaciales hacen su aparición en los cielos del planeta. Ahora queda saber quien las tripula y cual es el objetivo de la visita.
El primer cambio, aparece ahí. En lugar de un acercamiento científico o aventurero, aquí el intento de conocimiento se produce a través del lenguaje.
Porque La llegada es una historia que en su aspecto de búsqueda, se convierte en una propuesta racional, casi matemática. Por ello estos aspectos gozan de cierta minuciosidad que puede convertirse en lentitud y algo de frialdad.
Pero al mismo tiempo, y no quiero dar pistas, una historia como esta tiene que tener una alta temperatura emocional.
Guionista y director, consiguen un importante equilibrio, una mixtura perfecta entre dos tintes que en principio parecen antagónicos. Se le ha echado en cara cierto nivel de ampulosidad, incluso cursilería. No estoy de acuerdo.
En lo que se refiere a factura, la caligrafía tiene la elegancia de Villeneuve y el resultado es de una extraña belleza. De todos modos me gustaría destacar que, si bien es una cinta que en ningún momento abusa de los efectos especiales, consigue una representación original e inquietante tanto en lo que se refiere a las naves como en sus pasajeros y su modelo de comunicación ( de hecho, me he decidido acompañando este comentario, por el cartel del estreno americano, que considero mucho más irónico).
Carlos Boyero, la definía como didáctica. Como casi siempre, acierta con las palabras.
Se puede disfrutar por lo tanto desde el punto de vista intelectual, pero no por ello es un aburrida propuesta sesuda.
La llegada resulta, o a mi me resulta, apasionante.
Y además me emociona.
La llegada puede verse como una hermosa y triste historia de amor y vida, como un juego circular de sorpresas y descubrimientos, como una aventura de una mujer valiente.
Cualquiera de estas facetas me vale, todas me valen.
Esta lograda, singular y magnética película me ha dado material para, durante algún tiempo, ejercitar la mente.
Público
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