Japón 2016
Hiroshi Abe. Yoko Maki. Taiyo Yoshizawa. Kirin Kiki. Satomi Kobayashi. Sosuke Ikematsu. Lily Franky. Isao Hashizume.
Parece que Chejov ha sido algo así como el padre de aquellos creadores que se han dedicado a algo tan complejo pero en apariencia tan simple, como narrar la vida.
En esos casos se habla siempre de observación, de realidad, de sinceridad.... como si fuesen estas obras simples cuadros en movimiento.
Personalmente creo que no hay tanta diferencia entre ellos y aquellos que, en apariencia, cuentan historias.
O sí.
Porque en mi opinión, son estas también historias pero ancladas en lo cotidiano, que no necesitan de tramas externas porque lo que se cuenta está en el interior, donde las emociones alcanzan una mucho mayor intensidad cuando de verdad consiguen aprehenderlas.
Una mirada, un gesto, puede contener mucho mayor fuego que el estallido de un volcán, el esfuerzo de un ser humano para esconder sus sentimientos necesita mucho más coraje que las carreras de Indian Jones.
Koreeda es un maestro en la verdad.
Ha tenido alguna película más tradicional, en el sentido de crear tensión conocida como Nadie sabe o De tal padre tal hijo, pero es cuando es más él, cuando nos regala sus verdaderas joyas como Still walking, la inigualable Nuestra pequeña hermana o esta Después de la tormenta.
Una vez más la familia es el paisaje, compuesta en este momento por una pareja divorciada, su hijo, y la madre y la hermana del progenitor.
Con ellos, sobre todo con el padre, recorremos un tiempo escaso hasta la llegada de un tifón que obligará a cuatro de ellos a compartir noche en el mismo apartamento. Hasta entonces, los hemos ido conociendo en sus vicisitudes, en sus inseguridades, en sus miedos.... también sus miserias, principalmente las de hombre frustrado en su carrera literaria que no duda en estafar a su jefe y extorsionar a sus clientes e incluso robar a su madre ( a la que por otro lado da luego el dinero que no tiene ) para sobrevivir ( a pesar de todo, que fácil es empalizar con este personaje, en gran parte por lo bien escrito - humano- que está, en parte por el encanto triste del actor que lo interpreta ).
Poco a poco, llegamos a la sabiduría, aquella que nace de observar la vida, de pensar en ella y de ser consciente de que nunca vamos a conseguir comprenderla en su plenitud.
Toda la cinta respira, pero en ese diálogo entre madre ( abuela ) e hijo ( el padre ), se alcanza una grandeza que de repente nos abraza el corazón.
Hasta entonces, nos mantenemos en un perfecto equilibrio entre lo externo y lo interno, entre lo que se hace y lo que circula en el interior de sus personajes, en su cabeza, pero también en su estómago y sus corazones.
También un equilibrio entre el humor y el drama, como si tiñendo de lo primero cualquier asomo de lo segundo, nos acercásemos más a superarlo y a merecer pequeños regalos de la vida, extraños regalos que nos alegran el alma, como la dedicatoria solicitada de un libro escrito quince años atrás.
Intento trasladar mi opinión en este caso con la misma transparencia que el director, sin ningún alarde de creatividad y evitando sonar críptico. No sé si lo he conseguido.
Decir también que es impresionante lo bien que también escribe Koreeda, como desarrolla sus personajes, como se acerca, los quiere, los roza. También como es capaz de hacer una mixtura donde todo parece relevante y todo parece irrelevante, como la vida ( de nuevo la vida ).
Antes cité Nuestra hermana pequeña, una de mis películas favoritas de la pasada temporada. No puedo evitar comentar la diferencia con esta para que nadie piense que es este un autor que se repite. En esa, más evanescente, la vida transcurría y se sentía, en esta , más concreta, más física, la vida transcurre y se habla. Ambas son piezas no sólo logradas sino que me producen hacia su autor una verdadera sensación de agradecimiento; tras verlas, tras haberlas gozado con profundidad, tengo la sensación al terminar, de que he aprendido, quizás a aprender. A entender la vida como un proceso de construcción que nunca termina y que siempre será maravillosamente inabarcable.
Gracias pues.
Público
Hiroshi Abe. Yoko Maki. Taiyo Yoshizawa. Kirin Kiki. Satomi Kobayashi. Sosuke Ikematsu. Lily Franky. Isao Hashizume.
Parece que Chejov ha sido algo así como el padre de aquellos creadores que se han dedicado a algo tan complejo pero en apariencia tan simple, como narrar la vida.
En esos casos se habla siempre de observación, de realidad, de sinceridad.... como si fuesen estas obras simples cuadros en movimiento.
Personalmente creo que no hay tanta diferencia entre ellos y aquellos que, en apariencia, cuentan historias.
O sí.
Porque en mi opinión, son estas también historias pero ancladas en lo cotidiano, que no necesitan de tramas externas porque lo que se cuenta está en el interior, donde las emociones alcanzan una mucho mayor intensidad cuando de verdad consiguen aprehenderlas.
Una mirada, un gesto, puede contener mucho mayor fuego que el estallido de un volcán, el esfuerzo de un ser humano para esconder sus sentimientos necesita mucho más coraje que las carreras de Indian Jones.
Koreeda es un maestro en la verdad.
Ha tenido alguna película más tradicional, en el sentido de crear tensión conocida como Nadie sabe o De tal padre tal hijo, pero es cuando es más él, cuando nos regala sus verdaderas joyas como Still walking, la inigualable Nuestra pequeña hermana o esta Después de la tormenta.
Una vez más la familia es el paisaje, compuesta en este momento por una pareja divorciada, su hijo, y la madre y la hermana del progenitor.
Con ellos, sobre todo con el padre, recorremos un tiempo escaso hasta la llegada de un tifón que obligará a cuatro de ellos a compartir noche en el mismo apartamento. Hasta entonces, los hemos ido conociendo en sus vicisitudes, en sus inseguridades, en sus miedos.... también sus miserias, principalmente las de hombre frustrado en su carrera literaria que no duda en estafar a su jefe y extorsionar a sus clientes e incluso robar a su madre ( a la que por otro lado da luego el dinero que no tiene ) para sobrevivir ( a pesar de todo, que fácil es empalizar con este personaje, en gran parte por lo bien escrito - humano- que está, en parte por el encanto triste del actor que lo interpreta ).
Poco a poco, llegamos a la sabiduría, aquella que nace de observar la vida, de pensar en ella y de ser consciente de que nunca vamos a conseguir comprenderla en su plenitud.
Toda la cinta respira, pero en ese diálogo entre madre ( abuela ) e hijo ( el padre ), se alcanza una grandeza que de repente nos abraza el corazón.
Hasta entonces, nos mantenemos en un perfecto equilibrio entre lo externo y lo interno, entre lo que se hace y lo que circula en el interior de sus personajes, en su cabeza, pero también en su estómago y sus corazones.
También un equilibrio entre el humor y el drama, como si tiñendo de lo primero cualquier asomo de lo segundo, nos acercásemos más a superarlo y a merecer pequeños regalos de la vida, extraños regalos que nos alegran el alma, como la dedicatoria solicitada de un libro escrito quince años atrás.
Intento trasladar mi opinión en este caso con la misma transparencia que el director, sin ningún alarde de creatividad y evitando sonar críptico. No sé si lo he conseguido.
Decir también que es impresionante lo bien que también escribe Koreeda, como desarrolla sus personajes, como se acerca, los quiere, los roza. También como es capaz de hacer una mixtura donde todo parece relevante y todo parece irrelevante, como la vida ( de nuevo la vida ).
Antes cité Nuestra hermana pequeña, una de mis películas favoritas de la pasada temporada. No puedo evitar comentar la diferencia con esta para que nadie piense que es este un autor que se repite. En esa, más evanescente, la vida transcurría y se sentía, en esta , más concreta, más física, la vida transcurre y se habla. Ambas son piezas no sólo logradas sino que me producen hacia su autor una verdadera sensación de agradecimiento; tras verlas, tras haberlas gozado con profundidad, tengo la sensación al terminar, de que he aprendido, quizás a aprender. A entender la vida como un proceso de construcción que nunca termina y que siempre será maravillosamente inabarcable.
Gracias pues.
Público
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