Salamandra
320 páginas
También disponible en ebook.
Islandia, una país hasta ahora desconocido que en los últimos años ha comenzado a dejarse ver, en el cine, con obras tan apreciables como Rams, Corazón Gigante o Sparrows.
Gracias a eso, conocemos una sociedad singular, un poco aislada y seguramente endurecida por un clima y una geografía bellos pero crueles.
Creo que La tristeza de los ángeles es sino la primera, una de las primeras novelas que leo de un autor nativo, o, en cualquier caso, uno que se identifica tanto con su propio entorno y paisaje interior y exterior.
Tengo que decir que el resultado es inesperado en su poesía, en su hermosura. No quiero sonar pedante pero tengo la sensación de que es una obra con textura, y esa es la textura del alma, capaz de ser suave y firme.
Los protagonistas son Jens, el cartero, y el Muchacho. Ambos emprenderán juntos un viaje desde lo más parecido a un pueblo que podía encontrarse en la vieja Islandia, a los rincones más recónditos del país, con el objetivo de repartir dos sacas de cartas. Un viaje hacia el fin del mundo, un paisaje sólo poblado el silencio y borrado por la nieve.
En la primera parte, antes de la odisea, los conoceremos no sólo a ellos, sino también al pequeño microcosmos que les rodea, corazones cada uno con su propia historia de esperanza y dolor.
Una vez que se inicia la aventura, adentrándonos ya en el corazón de las tormentas, van transcurriendo diversos episodios, pequeñas historias, cada vez más cercanas al sueño, que nos hacen sentir las condiciones de vida del lugar y el interior de seres humanos cuyo tiempo transcurre en soledad y con mayor lentitud que para el resto, cuando se encuentran ante posiblemente lo más parecido a la nada, a un espacio fantasma.
Sería equívoco decir que Stefansson esculpe la narración; si bien esta tiene solidez y relieve, la veo más bien como un dibujo tridimensional, como un material de seda y nieve compuesto a base de un uso de las palabras que roza la alquimia.
Ya he citado su belleza a la hora de hablar de temas como la madurez, la desolación, la muerte, el miedo, no es fácil. Pero no es sólo una belleza estática que nos invita a contemplarla, sino a estar dentro, a sentirla, a comprenderla.
Sin lugar a dudas es una de las voces más especiales que me he encontrado últimamente, con un mundo y un estilo propio.
También ahondo en un país donde el alma no está lejos del alma rusa chejoviana.
Islandia debe de ser un lugar a conocer, entre la verdad y los mitos, cercana a ninguna parte y con unas condiciones de vida tan extremas que hace falta confundir muchas veces la realidad y los sueños. Y posiblemente, con Jon Kalman Stefansson haya encontrado uno de sus mejores cronistas, capaz de atrapar su esencia.
Público
320 páginas
También disponible en ebook.
Islandia, una país hasta ahora desconocido que en los últimos años ha comenzado a dejarse ver, en el cine, con obras tan apreciables como Rams, Corazón Gigante o Sparrows.
Gracias a eso, conocemos una sociedad singular, un poco aislada y seguramente endurecida por un clima y una geografía bellos pero crueles.
Creo que La tristeza de los ángeles es sino la primera, una de las primeras novelas que leo de un autor nativo, o, en cualquier caso, uno que se identifica tanto con su propio entorno y paisaje interior y exterior.
Tengo que decir que el resultado es inesperado en su poesía, en su hermosura. No quiero sonar pedante pero tengo la sensación de que es una obra con textura, y esa es la textura del alma, capaz de ser suave y firme.
Los protagonistas son Jens, el cartero, y el Muchacho. Ambos emprenderán juntos un viaje desde lo más parecido a un pueblo que podía encontrarse en la vieja Islandia, a los rincones más recónditos del país, con el objetivo de repartir dos sacas de cartas. Un viaje hacia el fin del mundo, un paisaje sólo poblado el silencio y borrado por la nieve.
En la primera parte, antes de la odisea, los conoceremos no sólo a ellos, sino también al pequeño microcosmos que les rodea, corazones cada uno con su propia historia de esperanza y dolor.
Una vez que se inicia la aventura, adentrándonos ya en el corazón de las tormentas, van transcurriendo diversos episodios, pequeñas historias, cada vez más cercanas al sueño, que nos hacen sentir las condiciones de vida del lugar y el interior de seres humanos cuyo tiempo transcurre en soledad y con mayor lentitud que para el resto, cuando se encuentran ante posiblemente lo más parecido a la nada, a un espacio fantasma.
Sería equívoco decir que Stefansson esculpe la narración; si bien esta tiene solidez y relieve, la veo más bien como un dibujo tridimensional, como un material de seda y nieve compuesto a base de un uso de las palabras que roza la alquimia.
Ya he citado su belleza a la hora de hablar de temas como la madurez, la desolación, la muerte, el miedo, no es fácil. Pero no es sólo una belleza estática que nos invita a contemplarla, sino a estar dentro, a sentirla, a comprenderla.
Sin lugar a dudas es una de las voces más especiales que me he encontrado últimamente, con un mundo y un estilo propio.
También ahondo en un país donde el alma no está lejos del alma rusa chejoviana.
Islandia debe de ser un lugar a conocer, entre la verdad y los mitos, cercana a ninguna parte y con unas condiciones de vida tan extremas que hace falta confundir muchas veces la realidad y los sueños. Y posiblemente, con Jon Kalman Stefansson haya encontrado uno de sus mejores cronistas, capaz de atrapar su esencia.
Público
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