Director- Ignacio García
Intérpretes- Sergio Peris Mencheta. Joaquín Notario. Pepa Pedroche. Mamen Camacho. Emilio Gavira. Sergio Otegui. María José Alfonso. Chema de Miguel. Natalia Huarte. Anabel Maurín.
Músicos- Anna Margules. Trudy Gimbergen. Celia Alvarez
Tengo un buen amigo que siempre huye de las obras "recuperadas". Según su teoría, aceptable, cuando , por ejemplo, una ópera de Verdi o un drama de Lope no se ha representado en los últimos cien años será por algo.
Aun así, lo cierto es que , en una loable difusión de nuestro fondo dramático, la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha tenido la valentía de no limitar sus temporadas a las piezas de repertorio más conocidas de nuestros autores del Siglo de Oro, regalándonos sorpresas como lo fue, por ejemplo, "¿De cuando acá nos vino?".
El caso de Enrique VIII que nos ocupa, obra ,según dice el programa, de juventud es intermedio. Tiene muchos valores para no haber quedado relegada al olvido, en primer lugar , un verso hermoso y fluido, marca de su autor, en segundo, una trama bien urdida, a la que por supuesto se puede achacar la falta de rigor histórico, pero no mucho más que , por ejemplo, al Enrique VIII de Shakespeare, mucho mejor considerado.
Lo que sí es cierto, y me parece hasta divertido, es que esta es posiblemente una de las primeras muestras de manipulación y propaganda política a través del teatro en nuestro país, con la santificación de la Reina Catalina frente a la demonización de su rival Ana Bolena y cierta disculpa del monarca que, a fin de cuentas , a los reyes se les debía respeto, aunque fuesen enemigos. Y Calderón lleva la propuesta un poco al límite en un final, acelerado, que habría hecho las delicias de José María Pemán en sus mejores tiempos.
Comentarios aparte, nos encontramos ante una de esas ocasiones en que el montaje consigue elevar el texto que sostiene.
Por un lado, a nivel estético es exquisito, tanto en el fastuoso vestuario de Pedro Moreno como en una preciosa, práctica y sugerente escenografía. El movimiento coreográfico y la iluminación, también son perfectos y el fondo musical de flauta y viola en directo, es como una caricia que acompaña sin imponerse nunca.
Pero lo fundamental, es lo bien que está dicho el verso, lo bien interpretado, tanto por los ya conocidos en estas lides como Pedroche ( cada vez mejor ) y Notario, como por un Sergio Peris Mencheta que empieza a revelarse como capaz de cualquier cosa.
La representación de Enrique VIII y La Cisma de Inglaterra se disfruta mucho, tiene el nivel que siempre deberían de tener los montajes en un teatro público y que la CNTC está enfocando tan bien esta temporada. Entra por los ojos y por los oídos.
¿ Y que nos permitimos ciertas licencias con la historia? y quien no. Y además , visto en la distancia, la génesis de la iglesia anglicana tal vez daría para una comedia....
Público
Intérpretes- Sergio Peris Mencheta. Joaquín Notario. Pepa Pedroche. Mamen Camacho. Emilio Gavira. Sergio Otegui. María José Alfonso. Chema de Miguel. Natalia Huarte. Anabel Maurín.
Músicos- Anna Margules. Trudy Gimbergen. Celia Alvarez
Tengo un buen amigo que siempre huye de las obras "recuperadas". Según su teoría, aceptable, cuando , por ejemplo, una ópera de Verdi o un drama de Lope no se ha representado en los últimos cien años será por algo.
Aun así, lo cierto es que , en una loable difusión de nuestro fondo dramático, la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha tenido la valentía de no limitar sus temporadas a las piezas de repertorio más conocidas de nuestros autores del Siglo de Oro, regalándonos sorpresas como lo fue, por ejemplo, "¿De cuando acá nos vino?".
El caso de Enrique VIII que nos ocupa, obra ,según dice el programa, de juventud es intermedio. Tiene muchos valores para no haber quedado relegada al olvido, en primer lugar , un verso hermoso y fluido, marca de su autor, en segundo, una trama bien urdida, a la que por supuesto se puede achacar la falta de rigor histórico, pero no mucho más que , por ejemplo, al Enrique VIII de Shakespeare, mucho mejor considerado.
Lo que sí es cierto, y me parece hasta divertido, es que esta es posiblemente una de las primeras muestras de manipulación y propaganda política a través del teatro en nuestro país, con la santificación de la Reina Catalina frente a la demonización de su rival Ana Bolena y cierta disculpa del monarca que, a fin de cuentas , a los reyes se les debía respeto, aunque fuesen enemigos. Y Calderón lleva la propuesta un poco al límite en un final, acelerado, que habría hecho las delicias de José María Pemán en sus mejores tiempos.
Comentarios aparte, nos encontramos ante una de esas ocasiones en que el montaje consigue elevar el texto que sostiene.
Por un lado, a nivel estético es exquisito, tanto en el fastuoso vestuario de Pedro Moreno como en una preciosa, práctica y sugerente escenografía. El movimiento coreográfico y la iluminación, también son perfectos y el fondo musical de flauta y viola en directo, es como una caricia que acompaña sin imponerse nunca.
Pero lo fundamental, es lo bien que está dicho el verso, lo bien interpretado, tanto por los ya conocidos en estas lides como Pedroche ( cada vez mejor ) y Notario, como por un Sergio Peris Mencheta que empieza a revelarse como capaz de cualquier cosa.
La representación de Enrique VIII y La Cisma de Inglaterra se disfruta mucho, tiene el nivel que siempre deberían de tener los montajes en un teatro público y que la CNTC está enfocando tan bien esta temporada. Entra por los ojos y por los oídos.
¿ Y que nos permitimos ciertas licencias con la historia? y quien no. Y además , visto en la distancia, la génesis de la iglesia anglicana tal vez daría para una comedia....
Público
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