Dirección- Yayo Cáceres
Intérpretes - Iñigo Echevarría. Juan Cañas. Daniel Rovelher. Alvaro Tato. Miguel Magdalena
Recuerdo una propuesta infantil, hace unos años, sobre el personaje de Cervantes, creo que a cargo de la compañía Uroc, llamada Clown Quijote de la Mancha. Era un espectáculo divertido, fresco y muy cercano, excelente memoria tengo del mismo.
Hoy otra compañía Ron Lala, se enfrenta de nuevo al texto, enorme y genial, y para muchos sagrado, y digamos ya que, una vez más, el resultado es excelente.
Pero creo que hay algo que diferencia ambas:
Si bien En un lugar del Quijote se presentó la temporada pasada en el calendario de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en el apartado Mi Primer Clásico, destinado al público infantil, según mi opinión, esta propuesta está destinada a un espectador de mayor edad, y los seis años del programa de mano me parecen un poco justos.
Ojo, no estoy diciendo que un niño de seis u ocho años, no disfrute de lo festivo de este montaje, pero sí que no creo que pueda captar la cantidad de matices que se esconden en su aparente sentido de juego.
De hecho, eran muchos los adultos que estaban hoy allí sin infantes.
Y aclarado esto, vayamos a lo importante:
Me he divertido horrores con esta versión metaliteraria, saltarina, hilarante y luminosa, pero también hermosísima, poética, inteligente y muy muy respetuosa con el material que utiliza de base.
¿Quien leía el Quijote cuando se escribió ?, el pueblo, y ¿porqué ? porque era un texto que caricaturizaba la realidad, que mostraba sociedad y cultura del momento a través del humor, que era un excelente entretenimiento.
Eso es lo que hace Yayo Cáceres con el texto, acercarlo a la actualidad, no avergonzarse de crear referencias del día a día, de ( ya lo he dicho ) jugar y hacer reír, mucho,muchísimo, pero también es consciente de que las aventuras del Caballero de la Triste Figura son un referente algo melancólico sobre la necesidad de regalar gramos de locura a esta vida para poder dejar en este mundo lo mejor de nuestras almas.
Entendiendo que es imposible aspirar a concentrar ni siquiera un porcentaje importante de sus páginas en una hora y media, se crea un Quijote de cámara , una especie de gabinete de los milagros en el que desde la imaginación todo es posible.
Podría seguir mucho rato recordando los pequeños detalles que riegan este espectáculo, pero mi consejo es que nadie se lo pierda, porque además de el acierto en el texto, la compañía nos regala un montaje absolutamente brillante desde el punto de vista teatral, con una escenografía sugerente, un vestuario delicado y una iluminación preciosa, pero sobre todo cargado de movimiento, de agilidad, de travesura.
Y no he hablado de la música, porque este Quijote es musical, y eso se consigue por supuesto por la muy bien creada y variada partitura, pero también especialmente por esos cinco intérpretes que además de multiplicarse en un montón de personajes, son capaces de cantar y tocar a la perfección.
La he gozado, ya lo he dicho.
Sobresaliente a Ron Lalá.
Para mi, a partir de hoy, la figura del Quijote, tiene el físico y el gesto de Ignacio Echevarría. Y comparto su melancolía, su ilusión, sus sueños, porque es a él a quien espero parecerme un día como hace al final Sancho Panza. Cuerdos es lo que sobre.
Nota al margen: tuve en mi misma fila, a dos butacas a la gran Blanca Portillo, aplaudió como una loca, a ella también le encantó, y ella sabe de teatro.
Público
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