Anagrama
656 páginas
También disponible en ebook
Esta larga novela comienza, tras un prólogo , esa comida del Día de Acción de Gracias que le dará su marco temporal, con unos sucesos brutales encadenados de una forma tan rápida que sorprenden, teñidos además de una ausencia absoluta de dramatismo. Todo ello es un inicio impactante sin duda.
A partir de ahí, nos sumergimos en como todo ello afecta al conjunto de personajes que directa o tangencialmente tienen alguna relación con lo ocurrido, su día a día ante una nueva situación, para llegar a un lugar desde donde poder contemplar su futuro.
Hay muchas cosas que hacen singular esta propuesta, especialmente el tono ligeramente irónico pero con un humor no exento de la ternura que la autora siente y muestra hacia sus personajes, pero también la delicadeza y lo cotidiano ( con los matices de los que luego hablaremos ) de lo que se nos va contando, como si fuese una especie de moderno Chejov americano .
Y cuando hablaba de los matices, me refiero al hecho de que Ojala nos perdonen es una novela absolutamente pegada a la actualidad y a la sociedad en la que se enmarca. Así, con un referente en el nacimiento del sueño americano, a través de la aparición de la figura de Nixon, lo que nos encontramos es con un paisaje de en que ha quedado ese antiguo sueño hoy día, mantenido en el mayor de los casos a base de pastillas de distinta índole ( la mayoría de los personajes son verdaderas farmacias ambulantes ).
No hay dulcificación falsa en lo que se nos muestra, pero tampoco ningún morbo en la desgracia. Ya he dicho antes que la autora escribe con ternura, también con mucha esperanza; sin duda, tras el inicio, hay mucho que se deshace, pero también nace algo nuevo; la familia puede haber desaparecido en el concepto más tradicional, pero siempre puede el amor funcionar como pegamento para crear nuevos modelos de tribu igualmente válidos.
No es fácil el empeño.
Asume el riesgo de mantener durante más de seiscientas páginas un equilibrio sin estridencias y con un sentido del humor al límite de la caricatura pero totalmente verosimil.
Y hay que concluir diciendo que, todo lo que se propone la autora lo consigue.
Una voz singular, pero sobre todo una mirada única donde conviven corazón y cerebro.
Público
656 páginas
También disponible en ebook
Esta larga novela comienza, tras un prólogo , esa comida del Día de Acción de Gracias que le dará su marco temporal, con unos sucesos brutales encadenados de una forma tan rápida que sorprenden, teñidos además de una ausencia absoluta de dramatismo. Todo ello es un inicio impactante sin duda.
A partir de ahí, nos sumergimos en como todo ello afecta al conjunto de personajes que directa o tangencialmente tienen alguna relación con lo ocurrido, su día a día ante una nueva situación, para llegar a un lugar desde donde poder contemplar su futuro.
Hay muchas cosas que hacen singular esta propuesta, especialmente el tono ligeramente irónico pero con un humor no exento de la ternura que la autora siente y muestra hacia sus personajes, pero también la delicadeza y lo cotidiano ( con los matices de los que luego hablaremos ) de lo que se nos va contando, como si fuese una especie de moderno Chejov americano .
Y cuando hablaba de los matices, me refiero al hecho de que Ojala nos perdonen es una novela absolutamente pegada a la actualidad y a la sociedad en la que se enmarca. Así, con un referente en el nacimiento del sueño americano, a través de la aparición de la figura de Nixon, lo que nos encontramos es con un paisaje de en que ha quedado ese antiguo sueño hoy día, mantenido en el mayor de los casos a base de pastillas de distinta índole ( la mayoría de los personajes son verdaderas farmacias ambulantes ).
No hay dulcificación falsa en lo que se nos muestra, pero tampoco ningún morbo en la desgracia. Ya he dicho antes que la autora escribe con ternura, también con mucha esperanza; sin duda, tras el inicio, hay mucho que se deshace, pero también nace algo nuevo; la familia puede haber desaparecido en el concepto más tradicional, pero siempre puede el amor funcionar como pegamento para crear nuevos modelos de tribu igualmente válidos.
No es fácil el empeño.
Asume el riesgo de mantener durante más de seiscientas páginas un equilibrio sin estridencias y con un sentido del humor al límite de la caricatura pero totalmente verosimil.
Y hay que concluir diciendo que, todo lo que se propone la autora lo consigue.
Una voz singular, pero sobre todo una mirada única donde conviven corazón y cerebro.
Público
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