USA. 2014
Jonh Lithgow. Alfred Molina. Marisa Tomei
El director de esta hermosa película no pretende epatarnos con un ejercicio de estilo ni abrumarnos con su sabiduría visual. Tampoco nos quiere obligar a una inmersión intelectual de primer orden. De hecho, Ira Sachs casi parece que pretende no estar. Porque lo que verdaderamente tenemos ante nuestros ojos, lo que nos encontramos, es algo tan simple y tan grande como una historia sencilla.Que difícil parecer fácil.
Los protagonistas son dos hombres que deciden casarse después de casi cuarenta años juntos. Podrían ser indiferentemente un hombre y una mujer o dos mujeres, lo importante es que son dos personas que se han amado desde mucho tiempo atrás y han compartido muchas cosas, y como esas personas tienen que afrontar cambios inesperados en una edad complicada.
Lo que convierte esta película en una obra tan especial es la decisión de su creador, su espíritu y su elegancia. No hay nada que desentone en su hora y media. Hay un ritmo pausado, un aire a Chejov como hacía mucho que no veía en el cine. Una capacidad de observación minuciosa que consigue captar infinidad de matices, de sentimientos , de perfiles. Creo que nunca hasta ahora había sentido tan cerca el retrato del amor , como ese precioso jersey de toda la vida que abriga más que ninguno, ese estado maravilloso que compensa toda una vida y a la que cualquier persona sueña con llegar.
Son miradas, son sonrisas, son gestos, pero además Ira Sachs enmarca todo ello en un paisaje urbano precioso pero nunca falso, con una luz y una música capaz de llegar al alma.
Todo esto, este conjunto de escenas que tienen la importancia que tiene la vida, la de verdad, se hace realidad gracias a todo lo que hemos dicho antes, pero también y sobre todo por las dos interpretaciones antológicas de Lithgow y Molina, dos grandes que están mejor que nunca; es impresionante la cantidad de matices que consiguen. Los acompaña Marisa Tomei, una actriz que nunca falla y aquí , como empujada por el talento de sus dos compañeros está mejor que nunca.
Salgo pues enamorado de esta cinta que dude si ir a ver y que se ha convertido en una de esas sorpresas que de vez en cuando nos regala en cine.
Sí, me ha tocado el corazón.
Y siendo una película triste, verdaderamente supone una especie de viaje hacia la luz, una forma de hacernos comprender que, pese a todo lo que nos rodea, el amor existe y puede cambiar el mundo. Aunque muchas veces sea algo extraño.
Público
Jonh Lithgow. Alfred Molina. Marisa Tomei
El director de esta hermosa película no pretende epatarnos con un ejercicio de estilo ni abrumarnos con su sabiduría visual. Tampoco nos quiere obligar a una inmersión intelectual de primer orden. De hecho, Ira Sachs casi parece que pretende no estar. Porque lo que verdaderamente tenemos ante nuestros ojos, lo que nos encontramos, es algo tan simple y tan grande como una historia sencilla.Que difícil parecer fácil.
Los protagonistas son dos hombres que deciden casarse después de casi cuarenta años juntos. Podrían ser indiferentemente un hombre y una mujer o dos mujeres, lo importante es que son dos personas que se han amado desde mucho tiempo atrás y han compartido muchas cosas, y como esas personas tienen que afrontar cambios inesperados en una edad complicada.
Lo que convierte esta película en una obra tan especial es la decisión de su creador, su espíritu y su elegancia. No hay nada que desentone en su hora y media. Hay un ritmo pausado, un aire a Chejov como hacía mucho que no veía en el cine. Una capacidad de observación minuciosa que consigue captar infinidad de matices, de sentimientos , de perfiles. Creo que nunca hasta ahora había sentido tan cerca el retrato del amor , como ese precioso jersey de toda la vida que abriga más que ninguno, ese estado maravilloso que compensa toda una vida y a la que cualquier persona sueña con llegar.
Son miradas, son sonrisas, son gestos, pero además Ira Sachs enmarca todo ello en un paisaje urbano precioso pero nunca falso, con una luz y una música capaz de llegar al alma.
Todo esto, este conjunto de escenas que tienen la importancia que tiene la vida, la de verdad, se hace realidad gracias a todo lo que hemos dicho antes, pero también y sobre todo por las dos interpretaciones antológicas de Lithgow y Molina, dos grandes que están mejor que nunca; es impresionante la cantidad de matices que consiguen. Los acompaña Marisa Tomei, una actriz que nunca falla y aquí , como empujada por el talento de sus dos compañeros está mejor que nunca.
Salgo pues enamorado de esta cinta que dude si ir a ver y que se ha convertido en una de esas sorpresas que de vez en cuando nos regala en cine.
Sí, me ha tocado el corazón.
Y siendo una película triste, verdaderamente supone una especie de viaje hacia la luz, una forma de hacernos comprender que, pese a todo lo que nos rodea, el amor existe y puede cambiar el mundo. Aunque muchas veces sea algo extraño.
Público
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