CINE: EL ARTISTA Y LA MODELO de Fernando Trueba

España/ Francia 2012
Jean Rochefort. Aida Folch. Claudia Cardinale. Chus Lampreave

Una película sobre la mirada, sólo podía ser hermosa, y esto es lo primero que llama la atención en esta sólida cinta de Trueba: en un blanco y negro luminoso, cada fotograma es un cuadro, sobrecogedor en su belleza, brillante; además, dado que el director opta por un ritmo lento, tranquilo, nos es permitido contemplarla y disfrutarla con serenidad; en definitiva, una película sobre la mirada que nos invita a mirar.
Esa es sólo una de las elecciones afortunadas del director. Otra es sin duda el tono.
Estamos ante una obra que pasa por temas tan importantes como la vejez y la juventud, la búsqueda de la belleza y su nostalgia, el amor compartido y el amor generoso. Lo más sorprendente, y apreciable, es que lo hace con una apariencia de ligereza que elimina todo asomo de transcendencia, permitiendo disfrutarla desde una muy agradable cercanía.
También es un acierto el tono clásico que se mantiene durante toda la propuesta, sin ningún tipo de afectación. El Artista y la Modelo podría haber sido perfectamente una película de hace mucho tiempo, no en vano, Renoir no está lejos.
Por último, para sostener un andamiaje así, eran necesarios dos actores de primer orden. Jean Rochefort es un prodigio de contención y expresividad, alguien que con un sólo gesto es capaz de trasladar los sentimientos más elaborados, una interpretación interior de infinita humanidad; a su lado, Aida Folch se crece, transmitiendo continuamente toneladas de sensualidad y la violencia de la juventud.
En definitiva, El Artista y la Modelo es una película excelente, de un cineasta como Trueba, que en este caso nos invita a mirar y nos regala a cambio una muy hermosa historia, llena de sabiduría y belleza, y mucho cine.
No en vano, estamos ante un director que nos fascino con El sueño del mono loco, nos divirtió con Belle Epoque y El año de las luces, y nos llevó dentro del sèptimo arte en El embrujo de Shanghai o La niña de sus ojos; no siempre consiguió la cercana perfección de la cinta que ahora comentamos, pero ninguna de sus obras dejó de destilar el amor de alguien que está entregado a lo que hace, y para ello vive.

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