He tardado unos días en escribir sobre la marcha de Maggie
Smith, porque quería recordar mi relación con ella.
Y la verdad es que no sé cuando comenzó. Era un rostro
peculiar y una forma de interpretar meticulosa y llena de esquinas. Tal vez, lo
más antiguo fuese Mujeres en Venecia, y luego sus apariciones en dos
adaptaciones de Agatha Christie, Muerte en el Nilo ( todavía una de las mejores
) y Muerte bajo el sol. No recuerdo cuando vi Viajes con mi tía, ni California
Suite ( posiblemente sea la única actriz que se llevó un Oscar por no ganar un
Oscar ).
El caso es que cuando llegó Una habitación con vistas, yo ya
la adoraba. Desde ahí, hubo muchas más ocasiones: Hook, Ricardo III, La última
primavera, Gosford Park…. Y además, en el año que viví en Londres, tuve la
suerte de poder disfrutarla en teatro, representando Lettice and Lovage, una
obra que Peter Shaffer escribió para ella.
Downton Abbey y Harry Potter le dieron una popularidad que
sólo había rozado con la película de James Ivory. Es verdad que sorprende, de
una interprete tan plural y con una carrera en la que están, entre otros,
Shakespeare y Albee, parezca que es ese su legado a la cultura popular. Bueno ¿
y que?. Lo importante es que también las nuevas generaciones hayan podido
disfrutarla.
Se ha ido una grande, que entendió que ser unas estrella no
era importante, que lo importante era ser una profesional. A mi me parecía
luminosa, divertida, rigurosa, inteligente….
Nos quedan sus interpretaciones, y por ellas, desde la pena
de que no haya más, le agradezco haberme atrapado cada vez que aparecía en una
pantalla.
Una grande. Sí señor.
Público
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