En los últimos años, nos hemos encontrado en varias
ocasiones con el desconcierto de que destinatarios del Premio Nobel de
Literatura apenas cuente con obra traducida en nuestro país, e incluso que sea
prácticamente desconocidos. Ni Fosse, ni Gurnah, ni Kang, por ejemplo, estaban
en ninguna quiniela.
El otro día comentaba yo en redes a este respecto que, en
positivo, algunas de las elecciones desconocidas para mi, me había llevado a
encontrarme con autores como Herta Muller o Olga Tokarczuk a los que ahora
adoro. Alguien me respondió que, en su origen, este era el sentido del premio:
más el descubrimiento que el reconocimiento.
Lo cierto es que igual que algunos de los premiados me han
fascinado, otros me han dejado indiferente. Con Kang, de la que por supuesto no
sabía absolutamente nada, mi percepción es contradictoria y non está tan
definida.
La Vegetarían es una novela relativamente breve y dividida
en tres partes. La historia gira alrededor de Yanghey, una mujer plana que, un
buen día, decide dejar de comer carne. Lo sorprendente es que una decisión tan
contundente, se lleve a cabo por parte de una mujer que nunca ha destacado por
una personalidad propia. Esa evolución maca el inicio de un trayecto que pronto
parece materializarse en la locura.
En cada capítulo, que avanzan en una secuencia temporal
lineal completada con recuerdos, la protagonista es percibida por tres persona
distintas: su marido, su cuñado y su hermana. Y los tres se ven atrapados por
esa ruptura de lo convencional que también les genera una extraña agresividad ¿
por su aparente locura o por su valentía ante la diferencia?.
Creo que es importante la fusión fondo y forma a la hora de analizar
la obra.
Kang se sitúa en una distancia media y juega a
desconcertarnos abriendo líneas que se quedan en el aire y que nos hablan de la
violencia social cotidiana y de la imposibilidad de conocer realmente a las
personas que están a nuestro lado, en puridad, todos somos extraños para los
otros. También nos muestra de forma palpable el rechazo que genera la diferencia.
Y no ofrece ninguna respuesta. No sabemos lo que la autora siente hacia sus
personajes, ni siquiera donde quiere llegar. Lo único que sí sabemos es que la
autora no considera que sea su obligación ponérnoslo fácil.
He tenido sentimientos contradictorios en esta lectura. Me
ha atrapado la cotidianeidad rota en el primer relato, el segundo me ha
resultado más reiterativo y artificial, el tercero me ha vuelto a enganchar con
una mezcla de atracción y rechazo. Contada me resulta más fascinante que leída,
gana en el recuerdo pero no creo que por mucho tiempo que pase llegue a
parecerme memorable. No sé, a fecha de hoy, si decidiré seguir conociendo a la autora
o si me quedaré aquí.
Esa es mi conclusión. Confusa, lo sé.
Público
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