NOVELA: LA PLAZA DEL DIAMANTE de Mercé Rodorera

 

Edhasa

230 páginas

Disponible en ebook

Natalia es una chica corriente. Quizás no tan corriente ya que tiene la sensibilidad suficiente para contemplar el mundo que le rodea desde una plácida sorpresa y ponerlo en palabras. Quimet, su novio y luego su marido, le llama Colometa, palomita, y, al margen de la historia que más adelante compartirán, ese nombre encaja a la perfección con s ligereza, que parece que la hace volar por encima de la vida que le ha tocado vivir.

Porque sí, la vida de nuestra protagonista, en sus años más importantes, estará a caballo entre la segunda república y la guerra civil, en este último caso, del lado de los derrotados. Y no sólo pasará los años del conocimiento, el noviazgo, la creación de un hogar donde la felicidad no será expansiva pero tampoco desaparecerá en la estrechez, el nacimiento de los hijos…. Sino que también estará la pérdida, la miseria, casi la locura…..

Posiblemente, sí, la vida de Natalia haya sido la de muchas mujeres durante esos años. Pero ella ha tenido la suerte de que se decidiese a contarla una escritora con la sensible delicadeza de Mercé Rodorera, convirtiéndola en un libro inolvidable.

Desde esa mirada con un poco de distancia, algo de ingenuidad y, ya lo he dicho, la capacidad de sorpresa convertida en un estado sereno, la autora, a través de capítulos breves, va construyendo una historia apuntalada en una poética sobre lo cotidiano que nunca detiene la narración sino que la hace navegar con aparente ligereza. Y ahí es capaz en todo momento de, a pesar de hacernos sentir en un lugar entre el sueño y la realidad, trazar con precisión las líneas que dueles y señalan, los puntos de fuego.

Dice la autora en un prólogo escrito veinte años después de la publicación de La Plaza del Diamante, que esta es realmente una historia de amor. Y sí, es ahí a donde llegamos al final, a una de las escenas más bonitas que se han escrito, desde la sencillez, pero también desde la profundidad de la verdad.

La novela de Rodorera me ha parecido maravillosa. Una vez más, asomarse a los clásicos tiene premio, y una vez más pienso en todo aquello que está pendiente, esperando que lo conozca. Quizás sea la edad lo que ha frenado mi ímpetu por las novedades y me ha lleva a estos magníficos ajustes de cuentas. Benditos sean y benditos sean, pues, los años.     

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