España 2024
David Verdaguer. Oscar de la Fuente. Olivia Molina. Luis Callejo. Marta Belenguer. Miguel Rellán. María Romanillos. Lorena López
No sé si es algo personal o le pasa a mucha gente: yo tengo un problema con lo efímero, y es que siempre intento atraparlo.
La vida está llena de preciosos momentos envueltos de levedad, que ocurren, que son miradas, palabras, pequeñas conversaciones, descubrimientos, afinidades. Apenas duran, o sí, pero no perduran, y el poso que dejan debería de ser esa energía invisible que nos acerca un poco más a la felicidad.
Por mi parte, no asumo que concluyan sin dejar una muesca sólida. Los persigo, los manoseo y hago que pierdan su naturaleza.
No me resigno a perderlos. Y los pierdo, pero antes, además los desgasto.
Esos momentos tienen mucho que ver con la familia.
No, la sangre no crea una estructura perfecta, ni purifica a los que la componen librándolos de las pequeñas miserias inherentes a cualquier ser humano. Pero si existe, en la mayoría de los casos, una corriente interna de amor, imperfecto posiblemente, pero amor.
Personalmente, y se ve que coincido con Pau Roca, autor de la obra en que se basa esta película, creo que es el lugar donde nos sentimos más protegidos, ese refugio donde podemos desnudarnos, seguros de que tendremos un lugar donde descansar.
Y todo esto, nos lo cuenta esta historia.
Un reencuentro para decidir, tras la muerte del padre, que hacer con la casa. Tres hermanos y sus parejas. Rencillas, cosas que nunca se dijeron. Y muchos recuerdos para quienes faltan, siempre con un ligero suspiro de culpabilidad.
Montoya hace una película redonda por su humildad. La planifica pequeña y delicada, incluso en su duración. No hay dramas, ni largas conversaciones bergmanianas. Sólo hay verdad. Y es así, como poco a poco, consigue generar una emoción pura y sencilla.
La Casa es preciosa, sin estridencias. Inteligente y modesta. Pero tan grande como para ser capaz de contar nada menos que la vida.
Público
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