Adam Driver. Penélope Cruz. Shailene Woodley. Gabriel Leone. Patrick Dempsey. Sarah Gadon. Daniela Piperno. Valentina Belle. Ben Collins.
Muchas veces no entiendo a la crítica. Y hablo de ella como una entidad única en ocasiones como esta, cuando de forma casi unánime se lanza contra una película. Este es uno de esos casos. Desde su estreno en el pasado Festival de Venecia, apenas se han escuchado una o dos valoraciones que no fuesen totalmente negativas.
Pues bien. No estoy de acuerdo. No estoy nada de acuerdo. Ferrari me parece nada menos que una película excelente.
Vamos por partes:
Quizás exista cierta decepción por quien esperase una biografía de este referente empresarial italiano, cuando realmente es un retrato centrado en un corto periodo de tiempo, alrededor de sucesos muy determinados. Pero lo mismo ocurre a menudo, puedo recordar ahora el Steve Jobs de Danny Boyle.
Tal vez suene a herético que un americano se arrogue la propiedad de un icono tan puramente italiano. Pero lo cierto es que, lo que nos ofrece Michael Mann es una película empapada de todo lo itálico.
Me gusta pensar en ella como una narración mitológica. No en vano, existe una muy adecuada referencia a Saturno. Enzo es eso, un gran dios profano capaz de decidir sobre el destino de los demás por su propio capricho, unido a una Hera sufriente y vengativa, y buscando el descanso de una ninfa. En ese entorno, las carreras de Formula 1, son las salvajes cruzadas en las que los humanos buscan superar su propia naturaleza superando al tiempo y el espacio. Y esas luchas siempre implican sacrificios en ocasiones cruentos.
Mann opta por una caligrafía elegante, que siendo muy eficaz en la filmación de las carreras, tampoco se deja llevar por un exceso que desequilibraría la propuesta, porque Ferrari tiene un fuerte componente intimista compuesto de interiores con texturas muy marcadas, primeros planos y empapadas de una banda sonora operística.
Vuelvo al inicio. He disfrutado mucho con Ferrari, con su historia, con su atmósfera, creando tanto física como emocionalmente, niveles de tensión.
Y, si Adam Driver siempre me ha parecido un buen actor, en este caso, me rindo ante una Penélope Cruz absolutamente fascinante. Razón de más.
Público
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