Laura Paredes. Ezequiel Pierri. Rafael Spregebunt. Elisa Carricajo. Juliana Muras. Verónica llimás. Cecilia Romero. Cecilia Rainero
Hace tiempo, hablando de un libro de Agustín Fernández Mallo, Trilogía de la guerra, fascinante, hablaba de esas obras que están cerradas en si mismas, que te permiten entrar pero siempre que tengas claro que están compuestas por sus propios códigos y lo verdaderamente relevante es el desarrollo de su narración.
En lo que se refiere al cine, comentando Cerrar los ojos de Víctor Erice, señalaba lo magnético de ese misterio en el que lo menos importante es su resolución, frente a la creación del misterio mismo.
Son propuestas arriesgadas y que exigen que por nuestra parte exista una actitud de aceptación, que se convierte en una relación muy cercana con el autor. Pero el resultado de la experiencia nos lleva al origen de los relatos, a ese lugar primero en que lo importante es contar y escuchar.
Trenque Launque es un ejercicio extremo en este sentido. Una historia que comienza con la desaparición de una mujer a la que buscan dos hombres, uno su novio, el otro un amigo cuya relación conoceremos más adelante. En una sucesión de capítulos titulados, visitaremos el pasado para intentar comprender las razones por las que la protagonista ha decidido marcharse sin dejar ninguna referencia, y ahí iremos entrando en diferentes historias que, mutando de género con total libertad, nos envolverán atrapando nuestra atención.
Hay mucho en Trenque Lauquen, tengo la sensación de que cada diálogo, cada gesto, ofrecen detalles que se abren a otras tramas no contadas, dejándonos esa sensación de que no abarcamos todo. De todas maneras, las dos principales se remiten a modelos clásicos. La primera, una investigación epistolar sobre el pasado, se sitúa en el romanticismo más transparente, remitiendo a la literatura británica más clásica, casi cercana a Posesión de A.S.Byatt. La segunda, opta por un tono gótico cercano a la ciencia ficción, como los relatos de Lovercraft o Machen.
Pero esto son misterios enmarcados en lo que para mi es un misterio mayor y es la existencia de la propia película, su ambición y su coherencia. Porque no debe de ser fácil poner en pie un proyecto de naturaleza tan radical cuando se decide que su duración llegue a las cuatro horas y se estructure en dos partes sin, en ningún momento, ceder a la tentación de acercarse a caminos convencionales.
Trenque Lauquen es grande, en volumen, en riesgo y en resultado. Si alguna vez el cine fue novela, es en este caso, con una textura absolutamente literaria. Creo que nos encontramos ante una de esas obras tan escasas que adquieren el nivel de acontecimiento. Y, ojo, no estoy hablando de que sea perfecta porque cuando alguien emprende apuestas tan complejas, es difícil serlo, pero eso no impide que me parezca que estamos ante una de las obras cinematográficas más apasionantes e importantes de las últimas décadas.
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