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Director de escena.-
Claus Guth
Director musical.-
Ivor Bolton.
Intérpretes.-
Christophe Dumaux. Anna Prohaska. Anthony Roth Constanzo. Giulia Semenzato. Florian Boesch
El otro día lo comentada en relación con la versión que ofrece Lluis Homar de La discreta enamorada: no me molesta la adaptación de las obras clásicas, no tengo ningún problema con las nuevas propuestas. En el caso de la ópera, las dificultades las tengo con la disociación entre texto y puesta en escena. A veces se consigue encajar a la perfección como un Elixir de amor playero que comenté aquí. Personalmente prefiero las magníficas abstracciones de Robert Carssen.
En este caso, Guth ( del que algunas cosas me han gustado mucho y otras muy poco ), propone una actualización de la historia del soldado que tras volver de la guerra enloquece por amor. Pero la referencia es el Travis de Taxi Driver, un excombatiente con trauma bélico.
La puesta en escena es fantástica, con esa casa giratoria ( aunque por momentos gira demasiado ), repitiendo un recurso que el director ya había utilizado en Rodelinda. Pero me resulta imposible empastarla con el sustrato dramático. Los enredos amorosos y la música festiva no encajan con la pretendidamente trágica representación, y, llamadme básico, pero me resulta difícil creerme esos soldados con voz de contralto. La sensación es que hay una disociación absoluta entre música y escenificación, admitiendo que las dos son valorables. No se cuenta la historia, se ilustra, y no del todo acertadamente. No basta empapar el escenario de proyecciones y algún lugar común estético para construir el interior de un personaje.
En cualquier caso, el espectáculo merece la pena aunque no es la mejor partitura de su autor, y desde la humildad, considero que adolece de cierta monotonía con lo que las más de tres horas se hacen un poquito largas.
En fin, otro intento de hacer de la ópera un género, supongo, más cercano, que no siempre funciona. Al menos aquí se falla desde el esfuerzo.
Público
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