Kayije Kagame. Guslagie Malanda. Salimata Kamate. Thomas de Pourkery. Aurelia Petit. Valerie Devrille. Robert Cantarella. Xavier Maly. Charlotte Clamens. Alain Payen. Seyna Kane
Medea es posiblemente uno de los mitos más crueles. Una mujer capaz de asesinar a sus hijos por venganza. Una madre capaz de matar a aquello a lo que ha dado vida. Por eso Medea es siempre la bruja, la extranjera ( como bien exponía Pier Paolo Pasolini en su recreación del personaje al que Diop acude aquí de forma expresa ), es imposible pensar que alguien cercano a nosotros pueda cometer esa atrocidad.
Saint Omer es una versión actualizada del mito, y, por supuesto, aquí, hoy, en la vieja Europa, lo que tememos, aquello que no podemos comprender es lo que viene de fuera, la inmigración, no tanto porque sea esa su actitud sino nuestra necesidad de comprenderlo todo con nuestros códigos, y asustarnos ante lo que nos parece oscuro.
Alice Diop estructura la narración como cine judicial para dos protagonistas.
Por un lado, una joven intelectual, profesora de literatura y escritora de éxito a quien le han propuesto seguir el juicio para realizar un programa sobre el mismo. Le une a la acusada el color de su piel y su cultura, también el hecho de encontrarse embarazada. Por todo ello, la situación le afectará especialmente llevándole a recordar traumas de su infancia, posiblemente buscando la madre que querría llegar a ser.
Por otro está la asesina, una joven relativamente cultivada cuyo testimonio se mueve en los límites de los comprensible. Rechazada por los miembros de su familia, utilizada por un hombre mayor, desubicada en un país que no tenía para ella una oportunidad.
Son los dos ejes de una historia sólida que sorprende por su rigor a la hora de contárnoslo.
Por supuesto, hay mucho material para la reflexión, en el fondo, Saint Omer es una película sobre la maternidad. Porque como dice la abogada en su alegato final, ese es el verdadero misterio, esa corriente que se transmite de madres a hijas y que puede ser tan luminoso como oscuro.
No es una película fácil, es una película magnífica.
Y no olvidemos, los mitos perviven eternamente porque, al final, de lo que hablan es de nosotros.
Público
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