NOVELA: WASHINGTON SQUARE de Henry James

Alba Editorial

260 páginas

A Henry James llegué tarde. Aun así, tuve tiempo de admirar Retrato de una dama y, sobre todo, Las Bostonianas. Por supuesto me atrapó Otra vuelta de tuerca y tengo que reconocer que me perdí en Los Europeos.

Para mi, James es uno de esos autores que suponen la esencia del clasicismo, sin por ello perder la modernidad tanto en su forma de contar como en la distancia de su mirada frente a aquella sociedad de los que sus relatos son crónica.

Me gusta su cadencia pausada y reflexiva, la elegancia de su lenguaje, su capacidad para describir huyendo de lo pictórico y siendo capaz de integrar en esos escenarios el paisaje íntimo de sus personajes.

Me he tragado Whasington Square en un fin de semana y como lo he disfrutado. No, no es de sus novelas largas, de acuerdo, pero lo que me hizo devorarla así no ha sido su longitud sino su intensidad.

Catherine, su protagonistas, es una joven sin demasiados atractivos y con la seguridad de una buena herencia por parte de su padre, que caerá en las redes de un buscavidas sin demasiados escrúpulos. A su alrededor, su padre y una anciana tía, serán los dos contendientes que lucharán con diferentes objetivos sin tener demasiado en cuenta sus sentimientos, Y mientras tanto, ella madurará en el entorno de confusión al que le ha lanzado su escaso conocimiento de la vida.

James pinta de forma transparente la sociedad americana de entonces para integrar unos personajes que, como todos los suyos, se moverán con criterios de una moralidad cuestionable en algunos aspectos, posiblemente nada diferente a lo que le ocurre a cualquier ser humano. Porque las novelas de este autor siempre parecen contar con una vertiente perversa fruto de los comportamientos de algunos de sus personajes, movidos por intereses que, en ocasiones, ni ellos mismos son capaces de reconocerse.

Whasington Square concentra lo mejor de este novelista en menos páginas de las que nos tiene acostumbrados.

Me gusta volver a los clásicos, asomarme de vez en cuando a mi lista de lecturas pendientes para ir tachando, y reconociéndome que, generalmente, están bien elegidas. El hecho de que esa lista siga siendo larga, no es tanto causa de agobio o ansiedad como de satisfacción ante todo lo que me queda por disfrutar.

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