TEATRO: LA VIDA ES SUEÑO de Calderón de la Barca

 

Director.-

Declan Donnellan ( Cheek by Jowl )

Intérpretes.-

Ernesto Arias. Alfredo Noval. Goizalde Nuñez. David Luque. Rebeca Matellán. Irene Serrano. Manuel Moya. Prince Ezeanyim. Antonio Prieto 

Compañía Nacional de Teatro Clásico 

Tuve la suerte de ver en el 2006 la primera aparición de Cheek by Jowl en nuestra cartelera. Fue en el Teatro Español con The Changeling. Recuerdo la magnífica sorpresa de su manera de afrontar un texto clásico desde una absoluta libertad que eliminaba cualquier rastro de arqueología, al tiempo que combinaba múltiples elementos de diferentes orígenes como el circo, el cabaret el gore…. Y siempre, por encima de todo, un sentido del humor que afrontaba con respeto los anacronismos  que para el público de hoy supone un texto clásico.

Luego volvieron y volvía a verlos. Recuerdo Cimbelino y Troilo y Cresida, y estoy seguro de que hubo alguno más.

Muchas veces hemos asistido a ese debate: debemos de convertir el teatro en un museo, o acercar las obras en apariencia intocables al momento en que se representan. Personalmente tiendo a pedir lo segundo, pero también es verdad que, en esa línea, he asistido a verdaderos desmanes.

Podemos decir que el caso de Cheek by Jowl es singular ya que su respeto al texto es siempre absoluto. No intenta modificar nada para hacerlo actual, sino ofrecerlo de forma que al público actual le llegue. Es muy diferente aunque  parezca sólo un matiz. Y también, recuperar el sentido festivo del acontecimiento teatral que tenía cuando estas obras fueron escritas.

Ahora, en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, aterriza de nuevo en nuestro país pero esta vez con actores españoles y afrontando un texto icónico para los amantes del Siglo de Oro, nada menos que La vida es sueño de Calderón. Y lo hace manteniendo sus señas de identidad.

Seamos sinceros: pese a la belleza de su poesía y con la seguridad de que contiene parlamentos que son ya patrimonio de todos, admitiendo que en su contenido Calderón fue muy lejos en su reflexión sobre la realidad y la fugacidad del tiempo, el argumento está a la altura de los más disparatados: un príncipe encarcelado en una montaña desde su nacimiento, una mujer disfrazada de hombre para buscar el retorno de su honor, el reino de Polonia sumido en guerras sucesorias…. Como punto de partida se le debería de permitir a cualquier director tomarse respetuosas licencias para afrontar este texto.

Donnellan toma una decisión al inicio tan valiente como válida, y es dejar abierta la opción de que todo esto sea sólo un sueño del monarca. Y los sueños son para este director, un circo con aires de musical, un disparate brillante y festivo. Sólo seis puertas en una pared verde, un baúl, una silla, son suficientes para que el juego funcione, y lo hace a un ritmo frenético lleno de hallazgos. Hay partes más arriesgadas y por ello más cuestionables, como cuando, por ejemplo, convierte un acto de la pieza en un sitcom modelo I love Lucy con risas enlatadas, pero aunque al principio me parezca un apósito más o menos ocurrente, termina por encajar en un todo donde pierde la condición de increíble que habrían tenido las mismas escenas en una exposición más realista.  Y tal vez por la alquimia del aparente desorden, al final toda la propuesta funciona como un conjunto extrañamente homogéneo.

Está claro que todos los actores deciden participar en el juego y lo hacen gustosos, cantan, bailan, recitan, y no hay una sola fisura. Por otro lado, visualmente es también magnífica en esa localización intemporal, y consiguiendo, sobre todo gracias a la iluminación, una belleza muy plástica.

Nosotros también participamos. Somos la corte y el pueblo polaco en una muy inteligente integración del patio de butacas. Pero no por ello dejamos de ser público. Y como público tengo que decir que, sí, estamos ante una versión de La vida es sueño coherente, con personalidad y respeto. Y que, si podemos echar de menos que se haya sacrificado ligeramente el sentido de la poesía, también es verdad que creo que nunca me había divertido tanto con Calderón.

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Público   

                


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