HANIF KUREISHI

 

Las cosas que empecé comprando con dinero ganado, me descubrían de repente una cercanía distinta, como si fuesen más mías y estuviesen ayudándome a construir el que iba a ser el entorno de mi futuro. Y en eso tenían una importancia capital los libros porque de algunos podía tener la sensación de que me hablaban a mi.

El buda de los suburbios fue uno de esos libros. Salvaje, descarado, libre y contando historias de gente que tenía poco que ver con los protagonistas habituales de las novelas y mucho más con los que entonces éramos jóvenes. Me fascinó. Y también su siguiente novela, El álbum negro.

A partir de ahí leí toda su obra, y como esta se iba publicando con la regularidad que iba escribiendo, pronto tuve la sensación de que nos conocíamos. 

Y había más: en sus novelas y sus colecciones de cuentos, tenía la sensación de que siempre estaba él. Como tenemos la misma edad, siempre tenía la sensación, con sus páginas, de que íbamos creciendo juntos.

Aquel muchacho inconformista y con problemas de identidad, se convirtió en un intelectual que quería cambiar el mundo, luego en un casi burgués tan acomodado como desengañado, llegó el momento de tener que afrontar que la edad empezaba a hacer mella en sus capacidades, y, finalmente, que la vida, tal y como la había conocido, empezaba a pertenecer a otros.

Yo he conocido la ilusión donde él pone desengaño. Pero el recorrido ha sido parecido. Y siempre hemos seguido codo con codo, hasta en los peores momentos.

Leo que ha tenido un accidente y se ha quedado paralizado, que sólo es capaz de hablar y escuchar. Me he quedado descolocado. Es como si le hubiese ocurrido a un amigo. Quiero su siguiente libro, necesito saber que existirá y que lo escribirá para mi, porque tiene que saber que lo estaré esperando, que a un autor propio nunca se le falla.

Ánimo.

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