Adam Driver. Greta Gerwig. Don Cheadle. Raffey Cassidy. Sam Nivola. Bill Camp. Sam Gold. Alessandro Nivola. Barbara Sukowa. Kenneth Lonergan. Jodie Turner Smith. Lars Eidinger.
A ver, no conozco la literatura de Don DeLillo, lo siento. Sólo he leído una de sus novelas de la que no recuerdo nada importante ni un tono especial. Por lo tanto carezco de referencias a la hora de valorar esta desconcertante propuesta.
Todo comienza en una pequeña ciudad americana. La familia protagonista es el resultado del cuarto matrimonio de cada uno de los cónyuges, dos intelectuales capaces de compartir una existencia que miran con cierta ironía. Ellos y sus amigos, debaten y comentan temas vitales al tiempo que asumen una existencia marcada por un capitalismo vulgar, con el supermercado como catedral compartida por todos.
El primer desastre que viene a desestabilizar la situación perfecta es nada menos que la necesidad de evacuación de toda la ciudad como consecuencia de un accidente ferroviario que ha causado una nube tóxica. Inesperadamente, se ven envueltos en un atasco monumental, un refugio compartido con cientos de vecinos, la aventura de intentar buscar otra salida, la exposición a la contaminación.... hasta el regreso.
El segundo tendrá como motivo la ingesta descontrolada de ciertas pastillas desconocidas por parte de la madre y la investigación que otros miembros de la familia llevarán a cabo para entender la situación. Y , ya para rizar el rizo, un fondo de novela negra a la búsqueda de un traficante y.... ¡ unas monjas!.
Narrativamente Ruido de fondo es un errático disparate que parece compuesto de piezas pertenecientes a distintas historias pero que, hay que reconocerlo, funcionan de forma independiente creando interés, sorprendiendo. En todo el metraje, no dejamos de tener la sensación de que el humor un poco surrealista que nunca deja de estar presente, lo convierte todo en una gran broma. Y cuando nos damos cuenta de que el miedo a la muerte del ser humano pretende convertirse en el fondo temático, queda claro que la propuesta tiene mucho de crítica despiadada a una sociedad tan infantil como acomodada. Ese final musical es la perfecta coda para esa visión.
Lo llamativo es que, con todo este material, Baumbach consigue una propuesta visual apasionante por inesperada, totalmente libre y saltando de género en género. Como artefacto cinematográfico es una especie de anárquico parque de atracciones alrededor de los tópicos de la intelectualidad liberal americana. Hay personajes perfectamente dibujados, hay un tono de absurdo que se mantiene muy bien durante toda la película, y sobre todo, al menos en mi caso, todo esto me engancha y sólo en algún momento creo que se rompe el equilibrio que podría destrozarlo todo por exceso.
¿Es devastadora su crítica? no, pero sí inteligente y divertida. Yo lo he pasado muy bien y, sí, ha conseguido desconcertarme. Y por encima de todo, que tontería, tengo la sensación de que lo que realmente me han contado es una hermosa historia de amor maduro, algo que siempre me gusta. Llamadme romántico.
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