Documental
Con Katia y Maurice Krafft
Los documentales actúan directamente con la verdad como material. Eso ya nos posiciona en una situación especial como público, yo diría que en un lugar privilegiado.
Y ante este tipo de narraciones yo siempre me planteo dos cuestiones: la calidad del material que se utiliza ( teniendo en cuenta las limitaciones de su propia naturaleza ), y la coherencia y el interés de lo que se cuenta.
Lo que nos cuenta Fire of love es la epopeya de una pareja que combinan su amor con su interés común por los volcanes, por acercarse lo máximo posible a esos gigantes de fuego. Tanto Katia como Maurice tienen un objetivo claro y exclusivo en su vida: dialogar con estos fenómenos que llevan sorprendiendo a la humanidad desde el origen de los tiempos y que son en gran parte responsables de la corteza de la corteza terrestre.
En este sentido, el material es sorprendente. Ellos filmaban todas sus aventuras, fotografiaban también y editaban libros, lo normal para financiarse y un regalo para cualquiera que quisiese, posteriormente, narrar su vida. Gracias a esto, contamos con imágenes de una calidad magnífica que nos muestran esos milagros geológicos inexplicables en todo su esplendor. Aunque sólo fuese por eso, esta película ya sería algo grande.
Pero además, nos habla de una obsesión que nos remite a los confines de la tierra, a esos misterios que nos acercan a las mitologías remotas, a la formación y la creación del mundo, a su constante modificación como un organismo vivo. Para mi es algo así como la materialización del paso del tiempo en nuestro entorno geológico, prescindiendo de dinámicas utilizadas en ocasiones para medirlo, como la poesía, la evocación, la memoria.... la medida que nos traslada este movimiento pétreo tiene la contundencia de los dioses.
Como he dicho antes, Fire of love cuenta con un material único, privilegiado. Sólo contemplarlo de forma abstracta, ya merecería la pena. Pero además, la directora construye una narrativa limpia y transparente que nos cuenta con una caligrafía múltiple y ágil. El resultado, lejos de ser didáctico, es muy entretenido, casi como una aventura en la que dos guerreros intentan conocer a los dragones y decidir cual es el más mortífero, sin miedo. Lo que pasa es que no todas las leyendas, cuando se hacen realidad, cuentan con un final feliz.
Y nosotros, concluimos con el privilegio de haber contemplado, esta vez sí, la vida. De verdad.
Público
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