OPERA: LA SONAMBULA de Vicenzo Bellini

 

Dirección escénica.-

Bárbara Lluch.

Dirección musical.-

Maurizio Benini

Intérpretes.-

Nadine Sierra. Xavier Anduaga. Rocío Pérez. Roberto Tagliavini. Mónica  Basseli.


La Sonámbula, esta ópera con una música bellísima, tanto en sus coros y conjuntos orquestales como en las arias, es un pequeño cuento de aldea en el que una joven aquejada de ese mal, verá como su virtud queda en entredicho el mismo día de su boda debido a sus caminatas nocturnas. Amina es una joven vestida de yodas las virtudes imaginables pero la fama es tan frágil como el amor.

Barbara Lluch afronta la dirección escénica con ganas y valentía. Nada convencional o fácil en su producto, pero tampoco nada que ataque el libreto. Todos sabemos que la mayoría de los argumentos del género son increíbles melodramas que en ocasiones rozan el disparate, pero no por ello merecen el desprecio de quien debería de ser capaz, como hace esta directora, de sacar los mejor del conjunto, multiplicando su valor.

Para empezar, el desconcierto: la ópera comienza en silencio, como también ocurre al inicio del segundo acto. Una escena onírica de pesadilla en ambos casos, donde la ausencia de la esperada música consigue una fascinante sensación de incomodidad. A partir de ahí, veo dos inspiraciones claras: por un lado, los colores y tonos de la pintura de Wyeth, primorosa la iluminación y esos cielos que se mueven en horizontal, y por otro, el clásico de la novela norteamericana La Letra Escarlata. Amina es una mujer encerrada en una sociedad que le exige un comportamiento. Ella tiene dentro de sí una pesadilla representada con lo mejor de la función: ocho bailarines con una coreografía hipnótica y oscura que nos trasladan una intimidad retorcida en la que no parece ajena una lujuria prohibida. Podríamos avanzar pensando precisamente que el sonambulismo de la protagonista es una consecuencia subconsciente de su represión, pero quizás sería mucho avanzar.

El resultado es una producción hermosa, elegante, y sorprendente. Totalmente disfrutable tanto en lo musical ( nada impide que fluya la partitura en toda su grandeza ) como en lo escénico.

Que gusto, escuchar tantos aplausos.    

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