Lumen
990 páginas
Lo he conseguido.
Leer el Ulises de James Joyce era una asignatura pendiente. Vale, el único que
me la ponía como pendiente era yo, pero que le vamos a hacer, desde que decidí
que quería dedicar tiempo a recuperar clásicos , tengo una lista en la que hay
incontestables. A ello hay que sumar aquellos autores de los que uno se
enamora, en fin, que como ya he dicho en muchas ocasiones, mucho que leer y
nunca el tiempo suficiente, pero más vale que sobre.
Pero vamos al tema. Esta obra magna del irlandés no sólo
recibe aplausos de adoradores entregados y también pegatinas de peñazo, sino
que también ha creado casi una tribu que se reúne un día al año ( creo que se
llama Bloomsday ) para recorrer la odisea que se describe en las casi mil
páginas del libro. Algo así, tenía que leerlo.
Contaba con dos previos: por un lado, hace poco releí
Dublineses, esa preciosa colección de relatos de Joyce que terminan con una
joya como Los Muertos. Por otro, precisamente en un viaje a Irlanda, descubrí
Nora, una biografía novelada de la pareja del autor, escrita por Nuala O’Connor,
un documento magnífico para poner en contexto la peripecia vital de estos dos
personajes y, sobre todo, su singularidad. Seres humanos atrevidos, sensuales, supervivientes,
irresponsables y de una inteligencia entusiasta e instintiva. Al colocarlos
alrededor de la gestación del Ulises, ambos adquieren casi una entidad de
personajes.
Más o menos, todos conocemos la esencia de la propuesta, una
idea artificiosa que ya dice mucho de la voluntad de Joyce: asistiremos a
veinticuatro horas en la vida de Leopoldo Bloom y algunas de las personas que
le rodean, en un día cualquiera, y a través de 18 capítulos, recorreremos el
viaje del héroe de la Odisea de forma simbólica.
Lo importante no está tanto en lo que se cuenta sino en
como. Y es que personalmente, creo que esta obra es a la literatura lo que una
instalación al arte. Lo que se nos ofrece es una construcción donde cada
capítulo es un experimento, una oferta diferente al anterior y tan atrevida
como coherente. Es increíble la capacidad del autor para sorprendernos a cada
paso. Sí, no es fácil, y hay momentos de saturación, como puede ocurrir con
cualquier obra de arte que nos fascine. Personalmente, me parecen irrepetibles
los momentos en que es capaz de trasladar a sus páginas el lenguaje interior de
su protagonista.
Sobre todo, me pasa con James Joyce lo que me ocurre también
por ejemplo con Virginia Woolf. Me
produce una admiración absoluta su inteligencia y su modernidad. Su
atrevimiento. Y es que, muchos, muchísimos años después, todavía estamos lejos
de alcanzar sus niveles. Eso debe de ser algo tan complejo como el genio.
Y yo, encantado de haber cumplido con una de mis asignaturas
pendientes.
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