CINE: VORTEX de Gaspar Noe

 

Francia 2022

Francoise Lebrum. Dario Argento. Alex Lutz

Es imposible viendo Vortex no recordar Amour de Michael Haneke. Ambas películas hablan del deterioro de la vejez de una pareja en el marco de la soledad, en las dos la situación se acelera por la enfermedad de la mujer, y también las dos cuentan con la presencia de un hijo/hija no precisamente ejemplar.

Ninguna es complaciente aunque posiblemente sea Vortex la más cruel debido a su mayor realismo. Y en ninguna hay espacio para la esperanza.

Quizás esto sea lo honesto. Pero personalmente me niego a recibirlas como un retrato universal de la última etapa de nuestra vida. Llamadme iluso pero estoy seguro de que también en esos años puede haber espacio para la felicidad, e incluso Noe nos lo muestra en su primera escena, ese encuentro idílico lleno de ternura.

Por otro lado, tampoco podemos echar en cara al director su falta de pudor, salvo quizás en alguna de las escenas del último tercio. Simplemente se comporta como un observador minucioso de lo cotidiano. Otra cosa es que, como he dicho antes, nos guste lo que ha decidido contar. Dentro de esto, matiza con cuidado la información que nos proporciona de cada uno de los personajes y de su modelo de vida.

Ahora vamos con la caligrafía. En un principio sorprende que la persona que ha dirigido la magnífica y torrencial  Climax, sea el mismo que es capaz de cocer Vortex a fuego lento. Sin embargo, está claro que lo que destaca en Gaspar Noe es que es un director que se hace notar. Al poco de comenzar esta historia, la pantalla se parte en dos y así permanecerá hasta el final. La opción es fantástica. No sólo permite convertir la pareja en dos soledades sino que además duplica en ocasiones lo que cuenta. Supongo que es esto último lo que hace que la cinta fluya con agilidad cuando su ritmo es tan pausado y no suceden grandes acontecimientos sino muchos silencios. También es muy enriquecedor percibir algunas escenas desde distintas perspectivas.

Hay, como he dicho antes, un momento en que la se roza el exceso y siento cierta indecisión pero es breve. El final se alarga ligeramente pero tiene una carga simbólica muy potente y muy clara. En definitiva, Vortex es un puñetazo, una película que no puede dejar indiferente en su contenido y sorprende continuamente en su continente. Y creo que la incluiría en la lista de lo mejor que he visto últimamente. Pero por razones obvias, no me atreveré a recomendarla.

Por último, otra coincidencia con Amour es que en aquella nos enamoró la interpretación de Emmanuelle Riva. En este caso, es Francois Lebrun la que traspasa la pantalla con su mirada, sus gestos, su corazón transparente en la pantalla. Seguro que, sin duda, será una de las grandes interpretaciones del año.

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