TEATRO: LOS FARSANTES de Pablo Remón

 

Director.-

Pablo Remón

Intérpretes.-

Bárbara Lenie. Javier Cámara. Nuria Mencía. Francesco Carril

No hace mucho hablaba de la tradición de teatro del humor español con clásicos como Jardiel Poncela o Miguel Mihura, que parecían haber quedado apartados de la escena actual. Durante mucho tiempo, los escenarios se habían convertido sólo en espacios para la reivindicación y el drama, y es que parece que los seres humanos respetamos más el llanto que la risa, y esta ultima sólo la admitimos en su versión más pedrestre.

Parece que esto está cambiando y hay nuevos autores como Sanzol o Remón, a los que le interesa que, ya que pagamos una entrada y vamos a dedicarle parte de nuestro tiempo a lo que han escrito, nos lo pasemos bien.

Remón ya nos hizo reir con El Tratamiento en la que también retrataba el mundo del cine. Aquí va más allá: el cine y el teatro, la dirección y la interpretación. La pieza se compone de dos historias paralelas con algunos hilos de conexión. La de una actriz sin éxito hija de un director de culto minoritario y la de un director mayoritario capaz de hacer lo que sea por el éxito.

El texto es caleidoscópico. Ordenado por capítulos como en una novela, está compuesto de escenas y monólogos, de sueños y realidades. Utiliza pasajes que podrían ser fáciles como el del agradecimiento en los Goya pero que resultan muy divertidos,  también en ocasiones roza la genialidad del desconcierto, casi en el absurdo, como en el diálogo con  el niño de seis años o en el tramo final en el bar. Incluso llega a la poesía, esto fundamentalmente en los monólogos. Podría decirse que es una creación compuesta alrededor del colectivo escénico, por y para ellos, pero todo es lo bastante universal y accesible para que llegue a todo y el mundo. Y el caso es que todo el material está perfectamente ensamblado en su aparente anarquía.

Los Farsantes es un montaje ambicioso. Como cualquiera que se atreva a llegar a las dos horas y media y tener un descanso. Lo es en su potente escenografía, en su uso de las luces, en su juego escénico. Y Remón parece haberlo asumido con gozo pero también apoyado en un grupo de amigos. Esto es lo que parecen sus cuatro intérpretes que realizan un trabajo tan rico como entregado y que nos interpelan consiguiendo de inmediato la empatía.

Ya desde los sobretítulos iniciales que se proyectan en el telón, sabemos que si no hemos venido aquí a divertirnos es que nos hemos equivocado de obra. A partir de ahí, el espectáculo es risueño, sorprendente, original, muy muy divertido y absolutamente libre, lo suficiente como para no tener que ser redondo. He leído en alguna crítica que se le achaca ser fácil y superficial ¿ fácil hacer reír? ¿ superficial hacer reír?, dejémonos de tonterías.

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