NOVELA: LOS ALCATRACES de Anne Hebért

 

Impedimenta

240 páginas.

El concepto del pecado es sucio, pastoso,  No le encuentro ese halo romántico del que muchas veces se acompaña. El pecado para mi incluye secreto, sordidez, verguenza, y sobre todo, es como un lodo que ensucia todo a su alrededor. Es mi idea y también la de algunos escritores como Faulkner, a quien esta autora canadiense me recuerda tanto. Es un concepto emparentado con la maldición y que se ancla en las familias de generación en generación, como un tumor.

Los Alcatraces está dividida en varias partes liderada cada uno por uno de sus personajes principales. Son ellos quienes a través de capas van construyendo la historia que ocurrió el último día de verano de 1936 y que en 1982 conoceremos en su totalidad. Los monólogos, en algún caso en tercera persona, otras en forma epistolar, se convierten casi en confesiones íntimas que nos desvelan los deseos más recónditos y las valoraciones más crueles. Nos hablan, especialmente el primero, el del reverendo, del pecado.

Y posiblemente toda la obra sea un cuadro oscuro de estas comunidades endogámicas y cerradas donde el pecado anida a la perfección, como el alimento con el que combatir la desesperanza. Creo que el núcleo de la pieza, la desaparición de dos niñas, es menos importante que el lugar donde ha ocurrido y, sobre todo, las personas que lo habitan.

La prosa es tan densa como elaborada, casi construyendo de una forma artesanal imágenes potentes y extrañas base de combinaciones inverosímiles en principio pero muy pictóricas, y metáforas negras. Desde el inicio se tiene la sensación de estar muy cerca del infierno.

Sin embargo, la lectura no siempre es amable, eso parece lógico, pero en ocasiones pesa en esa estructura circular que parece girar siempre alrededor de un mismo suceso sin aportar mucha nueva información. 

Los Alcatraces tiene la fuerza de un relato bíblico al que, sin embargo le falta aire, poder respirar y, quizás, ser menos consistente. Es algo así como una novela mausoleo, la plasmación del texto de una lápida, muy bien escrita pero a la que le falta la ligereza y la movilidad con la que se narran las leyendas.

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