WILLIAM HURT , EL HOMBRE TRISTE

 

Tras disfrutarlo mucho en mi niñez, fue en los ochenta cuando comenzó mi historia de amor con el cine.

Creo que ya he hablado alguna vez de aquellos primeros años en Madrid y el descubrimiento de muchas cosas nuevas, entre ellas, una generación de directores y actores en el cine americano ( el que más veía entonces) que, dado que nacían a la fama en ese mismo tiempo, bien podían conformar mi propia mitología.

Entre los directores destacaba Lawerence Kasdam, entre otras cosas por lo bien que escribía y lo bien que elegía a sus actores, y entre estos últimos, el grupo de Reencuentro, Glen Close, Jeff Goldblum, el invisible Kevin Costner ( cortada su aparición en el montaje final ) y William Hurt.

Ya había sido capaz de destacar con un papel de policía sucio en Fuego en el cuerpo, una de las obras icónicas de esa época. Y, desde ese personaje, hay un salto mortal al Molina de El beso de la mujer araña. El bordó ambos papeles. Volvió con Kadam en El turista accidental y volvió a estar nominado al Oscar con Broadcast News e Hijos de un dios menor. Pero a partir de ahí, se convirtió en una especie de secundario de lujo, con algunas excepciones.

Yo, no sé porqué, siempre lo vi triste, distante, como si no perteneciese al star system. He leído luego cosas sobre sus adicciones, comportamientos agresivos.... Quien quiera que se quede con esa idea tan en boga que cubre de basura a cualquier ídolo, en lugar de despojarlo de todo aquello que sobra para buscar al ser humano. Porque debajo de cada uno hay una persona con sus miedos, sus deseos, sus pequeñas alegrías, alguien normal.

Por mu parte, mi William Hurt es sobre todo el de Smoke, ese vecino triste, viudo reciente. Recuerdo el  momento en que, viendo las fotografías que  Harvey Keytel hacía todos los días de la misma esquina de su calle, descubre en una de ellas a su perdida esposa. Cuanta ternura y cuanto amor puede contarse en sólo una mirada.

Hoy nos han comunicado que, aun joven, Hurt se ha ido. Sí, lo siento como algo mío. Todos nos vamos haciendo mayores. Pero a él, a partir de ahora, sólo le queda seguir siendo joven. Se lo ha ganado.

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