VERÓNICA

 



Resulta que sufrías.

Y nosotros sin enterarnos. Disfrutando de ti. De tu inmensa sonrisa, la luz de tus ojos y esa voz tan peculiar que supiste convertir en tu seña de identidad.

Te recuerdo desde el principio, desde que Almodovar descubrió que eras una actriz cómica. Pero una cómica que podía emocionar. 

Hacías reír. Mucho. La vida alegre, Kika, Lo que piensan las mujeres, Moros y cristianos.... Y también conmovías, El año de las luces, Sin verguenza, El tiempo de la felicidad....

Hay tantas y tantas películas. Mirando hacia atrás, posiblemente hay pocos años en mi vida adulta sin una aparición tuya.

Y en teatro, desde Bajarse al moro, hasta la última vez que nos vimos, Las cosas que sé que son de verdad, grande. Pasando por la única Ay Carmela.

No supimos ver tu dolor. No sabemos. Nos quedamos con la imagen que proyectas. Y quizás sea esa la grandeza de los actores infinitos, hacernos olvidar que también sois personas.  Una entrega tan generosa como, seguro, en ocasiones, insoportable.

Con todo el amor del mundo Verónica. Gracias.

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