OPERA: LA CENERENTOLA de Gioachino Rossini

 


Director musical.-

Riccardo Frizza

Director de escena.-

Stefan Herheim

Intérpretes.-

Rocío Pérez. Dmitry Korchak. Renato Girolani. Carol García. Florian Stempey. Roberto Tagliavini. Karine Deshayes

Sí, como todos sabemos, La Cenerentola es la Cenicienta de toda la vida. La de la madrastra, el príncipe y el zapato de cristal, probablemente más conocida por Disney que por Perrault. El libreto de la ópera de Rossini incluye variaciones, algunas tan extravagantes como que el hada sea una especie de filósofo de inspiración divina y otras más circunstanciales como cambiar madrastra por padrastro y zapato por pulsera, pero la historia sigue siendo un cuento con ingenua moraleja, la bondad siempre triunfa.

La versión que se representa en el Teatro Real y que dirige un hasta ahora para mi desconocido, Stefan Herheim, asume esa condición entre ingenua y festivas, sin caer en las nefatas redes de la trascendencia ni la tentación de la modernidad, o quizás esto último sí, pero entendiéndolo, no como la maldita necesidad de epatar, sino como la asunción de la propuesta desde un alocado sentido del humor y una gran libertad.

Así, su narrativa empieza casi en un ejercicio de metateatro, con una limpiadora a la que visita nada menos que el propio Rossini para, a través del libro original, introducirla en su ópera. A partir de ahí, el escenario funcionará con la estructura de aquellos cuentos pop ups que se habrían en múltiples relieves, creando sets fantásticos, los personajes se moverán, constantemente, como una mezcla de clowns y marionetas, y el resultado será una gran fiesta colorista y brillante en la que todos parecen participar muy a gusto.

Incluso disparatada desde el punto de vista narrativo, llena de hallazgos, extrovertida y muy divertida, La Cenerentola del Real es un ejemplo de como hacer convivir una partitura maravillosa con una propuesta teatral a su altura, ambas sorprendentes y , sin duda, culpables de ampliar el número de aficionados que no sabían que en la ópera uno también podía venir a reírse.

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