Director de escena.-
Robert Carsen.
Director musical.-
Lorenzo Viotti
Intérpretes.-
Brandon Jovanovich. Ailyn Pérez. Roman Burdenko. Mattia Olivieri. Marco Ciaponi. Anita Rachvelishvili. Brian Jadge. Rihab Chaieb. Elena Zilio.
Dutch National Opera
Disponible en My Opera Player.
Desde que asistí en el Teatro Real a su propuesta para
Diálogos de Carmelitas, Robert Carsen me parece uno de los directores más
interesantes en el mundo operístico.
Ifigenia en Tauride, Katia Kavanova, Idomeneo…. Sus propuestas tienden a
la actualización y a la abstracción, extrae una belleza áspera, elimina toda la
grandilocuencia que por naturaleza tiene el género. Sus traslaciones son
coherentes y tienen profundidad, no se limitan, como tantos otros, a propuestas
estéticas más o menos atractivas o pintorescas.
Pagliacci y Cavallería Rusticana son dos obras que, por
extensión, suelen representarse juntas, a pesar de la poca relación entre
ellas. Carsen plantea un espectáculo conjunto, y lo hace con una decisión
curiosa y arriesgada: nos lleva al backstage.
Ambas piezas se mueven en un espacio de tramoya, donde la
realidad se hace más cercana, incluso utilizando las primeras filas del patio
de butacas para unos coros que parecen convivir con el público. La propuesta
adquiere por lo tanto un cierto nivel metateatral. Las dos piezas mantienen por
lo tanto un concepto unitario sin perder su singularidad.
Sobre Pagliacci sólo puedo decir que lo que nos regala
Carsen es maravilloso, redondo, a la altura de la magia que produce la música.
Entre bastidores, asistimos al dolor de su protagonista, al reconocimiento de
su patetismo y su humillación. Nunca en la ópera me había sentido tan cerca de
un personaje, siempre existía la barrera del melodrama. Aquí no, y la emoción, empapada de la belleza
de la música, se multiplica, se crece, nos abraza.
Antes de comenzar con la segunda pieza, hay que aplaudir
como, con una sola escena, el director consigue vincular ambas.
Cavallería Rusticana lo tenía más difícil. La trama de la
anterior es más universal, sin embargo, esta sucede en un pequeño pueblo de
Italia. Es ahí donde tiene lugar ese drama de celos e infidelidades. Carsen lo
lleva a los momentos previos de una representación. Convierte el escenario en
un camerino coral donde, a través de las luces y el movimiento consigue
excelentes efectos. Al conjunto le falta la emoción del drama de los payasos,
pero lo alcanza en belleza y en potencia estética.
El resultado global es magnífico. Creo que Carsen y Deborah Wagner
son los directores que más impulsan la veta teatral de la ópera y lo hacen
consiguiendo espectáculos magníficos en los que emparentar la grandeza de la
música con propuestas que integran inteligencia y belleza. Creo que es en estos
casos cuando el género alcanza toda su intensidad.
Me resulta imposible no enamorarme de estas tres horas de
magia.
Y para terminar: he podido acceder a esta representación
gracias a la plataforma My Opera Player. Hace poco tiempo me resultaba
complicado pensar en disfrutar de teatro u ópera online. Lo que ya había comenzado
a atisbar, lo intensificó el confinamiento. Sin duda abre nuevas oportunidades,
inmensas. Agradezcámoslo, pero no por ello, nunca, abandonemos las salas.
Público
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