Sala Alcalá 31- Madrid
Hasta el 25 de Abril
Siempre me ha gustado la pintura de Pérez Villalta. Su teatralidad, la morfología de sus personajes que parecen esculturas de semidioses, la arquitectura de sus escenarios, tanto cuando la propia arquitectura es el motivo, en esas grande ciudades postizas hechas de sueños y leyendas, como cuando es el lugar donde se capta el instante.
Me gusta su atrevimiento, su libertad que llega hasta la forma de sus lienzos, y su color, en ocasiones de una solidez casi opaca y otras virado hacia la luz mediterránea.
Entrar en esta exposición, ya se anuncia, es como entrar en un laberinto, un complejo juego de estructuras que crea rincones, espacios abiertos, caminos intercambiables. Mucha pintura, también alguna obra en madera y de orfebrería, pero sobre todo pintura. Es como un viaje de descubrimiento a un mundo diferente con sus propios cánones, una mitología particular que reinterpreta los mitos y convierte en mito lo cotidiano. Lugares lejanos, porque sólo están en la mente y en la imaginación.
En definitiva, asomarse, o más bien perderse, en un tipo singular de belleza.
Público
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