TEATRO: EL ENFERMO IMAGINARIO de Moliere

 

Director.-

Josep María Flotats

Intérpretes.-

Josep María Flotats. Anabel Alonso. Belén Landaluce. Alejandro Siguenza. Joaquín Notario. Lola Baldrich. Rubén de Eguía. Eleazar Ortiz. Francisco Dávila. Bruno Ciordia. Arturo Martínez Vázquez

Recuerdo a un personaje intelectual de alguna novela ( eso sí, no recuerdo cual), que despreciaba las obras de Moliere como farsas bobaliconas para payasos.

Puede ser una valoración aceptable pero no justa. En demasiadas ocasiones, el humor no se valora como merecería, reírse, por regla general, parece menos serio que llorar.

Siempre he pensado que casos como el de Moliere, necesitan perspectiva. Su ironía tenía mucho de mofa sobre la sociedad que le rodeaba. Desde la distancia por lo tanto, necesita o bien una adaptación o un componente arqueológico. O bien, como en este caso, optar por potenciar lo que tienen precisamente de farsa, de juguete cómico.

La versión que nos ofrece Flotats, un gran conocedor de Moliere, parte de dos maestros como Ezio Frigerio y Franca Squarciapino en decorados y vestuario, creando un precioso envoltorio, elegante. Ahí se mueve el actor director con total comodidad, acompañado de una Anabel Alonso que es capaz de estar a su altura. Ambos forman una pareja divertida, con muchas tablas a sus espaldas. Él siempre ha conseguido que la goce escuchándole, ella se muestra descarada, jovial. Juntos atrapan a los espectadores, y ese abrazo final entre ellos en los saludos es muy saludable. Los llenan de merecidos aplausos.

Precisamente la única pega de este montaje es cierta irregularidad en el resto de las interpretaciones. Algunos están a la altura, pero encuentro otros que me sorprenden, en concreto no entiendo a una Lola Baldrich a quien otras veces he visto correcta y aquí encuentro totalmente desatinada. Por otro lado, la comicidad de Martínez Vázquez y Eleazar Ortiz, no termina de estar encajada.

De todas maneras, el resultado final es vital, ágil y de fácil carcajada. Y en tiempos como los actuales, reírse de nuevo es un regalo fantástico y muy necesario. Lo es también volver al teatro, encontrarnos de nuevo en ese lugar mágico, recuperar esa felicidad. Que nunca nos falte.

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